La constatación de que no he sido expulsado del foro, tras mi anterior crónica del viaje Ronda- Madrid, me hace pensar que la paciencia de mis víctimas es superior a lo que suponía, de manera que vuelvo a la carga. Cabe la posibilidad, claro, de que, en lugar de lectores pacientes, simplemente no haya lectores, así que he decidido intercalar algunas fotillos. De esa manera, los incautos que empiecen a leer, en lugar de darse por vencidos a la tercera o cuarta línea, al ver tanta letra junta, se entretendrán más fácilmente con ellas y, quizá, me acompañen hasta el final de la rutilla.
Es el caso que había planeado, más o menos, darme una vueltecita por Gibraltar, donde por unas u otras razones, nunca había estado. La mañana del sábado se presentaba fresquita y con un sol radiante, nada más a propósito.
Salí de Ronda por la carretera de Algeciras, A-369, denominada como "carretera paisajística" e ideal para las motos porque el firme es bueno y el trazado con curvas de todo tipo. La han arreglado no hace mucho y la verdad es que da gusto ir por ella, quizá por eso suele estar más concurrida de lo que uno quisiera.
Una vez rebasado el mirador del Pino, con su bonita vista de Ronda, encontramos la Venta Manolo, construcción del siglo XIX donde se reunían los arrieros que llegaban desde los valles del Genal y del Guadiaro. Casi enfrente se encuentra el acceso a un hotel rural llamado "Los Pastores", rodeado de robles. La cancela siempre me recuerda aquello de "ponerle puertas al campo", como se puede ver en la foto.
Venta Manolo por pepemosca, en Flickr
Cortijo por pepemosca, en Flickr
Seguimos adelante para introducirnos en la garganta del arroyo de las culebras. Cuesta arriba, con buenas curvas, a la izquierda queda la desviación que conduce a Alpandeire y a otros pueblos del alto Genal. De repente, cuando coronamos la subida, nos sorprende un brusco cambio de paisaje y nos encontramos en una zona montañosa, muy rocosa, con vegetación de matorrales, batida por el viento, que siempre me ha impresionado por su severidad y por la soledad que se respira. Me recuerda a algunos parajes de El Escorial o de la provinicia de Ávila. Aunque la foto que cuelgo no es de anteayer, creo que explica bien lo que digo.
monte por pepemosca, en Flickr
Llegamos al punto más alto del recorrido, que es el puerto de "Encinas Borrachas" porque las que allí había tenían formas caprichosas por efecto del viento.
A partir de aquí la carretera discurre por la cadena de montañas que divide los valles del Guadiaro, al norte, y del Genal, al sur. En algunos puntos del trayecto, se pasa por la misma cresta, la Dorsal que llaman, y se dominan, a uno y otro lado, ambos valles. Son parajes para recorrer despacito, atento a lo que tienes alrededor. Te levantas la visera del casco (y en mi caso la mantienes con el dedo, porque es un Schuberth y se cae sola), respiras hondo ese aire frío y claro, y montado en tu moto, se sientes como el amo del mundo.
Después de los páramos desolados ( tanto que hay un "mirador del fraile" porque allí se aparecían espectros de frailes con antorchas a los caminantes perdidos en la noche), la carretera continúa pegada a una pared rocosa con un precipicio a la izquierda que más vale no mirar demasiado para atender, en cambio, a las curvas, muchas de ellas ciegas, que nos vamos encontrando.
Carretera Algeciras por pepemosca, en Flickr
Poco después vuelve a aparecer la vegetación en forma de señoriales castaños y, a partir de aquí se continúa por la ladera de la sierra que da al valle del Genal.
Impresiona la claridad de la luz, la limpieza del aire, la nitidez de la atmósfera y los pueblecitos, blancos como la nieve, que aparecen salteados en las laderas de las montañas. Los "pueblos blancos", que así se llaman, con sus columnitas de humo, el silencio, las aves rapaces volando lentamente y las impresionantes vistas que aparecen detrás de cada curva hacen que, cada dos por tres, tengas que parar la moto y, cámara en ristre, intentar captar aquello para, por ejemplo, contárselo a los compañeros del foro VStrom.
Eso se dice con más facilidad que se hace porque al tratarse de carreteras estrechas, sin arcén, con su gravilla correspondiente, la maniobra con nuestras Vs se convierte en un problema táctico-logístico que requiere de toda la atención del mundo para encontrar una zona llana en que parar nuestros queridos portaaviones (que es a lo que se parece una VStrom a menos de 5 km/h). ¡Qué os voy a contar a vosotros, que no sepáis! Por lo menos los de estatura normalita como la mía.
Bueno, ya nos encontramos rodeados de vegetación abundante, dominada por los castaños, pero también con almendros y, cada vez con más densidad, con alcornoques. Seguimos carretera adelante y mientras unos pueblos se divisan en la lejanía, otros están en la propia ruta. El primero, Atajate, con su iglesia en primer término. Me gusta mucho cuando, como se ve en la foto, le da el sol de la mañana temprana, en sus muros blanquísimos, y parece presidir el pueblo con toda solemnidad
Atajate por pepemosca, en Flickr
A continuación, se llega a Benadalid, derivación de "Ben-al-Jalic" que, al parecer, era un noble beréber del siglo VIII. Tiene la particularidad de que el castillo, que conserva bastante bien sus muros y está situado en la cima del promontorio, ha sido aprovechado como cementerio. Es, desde luego, un enterramiento señorial porque desde tu nicho dispones de una vista incomparable del valle del Genal y, siempre que paso, me detengo para echarle una ojeada. Me temo que la foto que os presento no le hace justicia y ha salido un poco cutrecilla, pero es que había parado la moto en pendiente, con gravilla y no las tenía todas conmigo.
Benadalid por pepemosca, en Flickr
Me encantó, y por eso incluyo la foto, la parada de autobús, con plano artesanal del valle incorporado, que había allí cerca. No me diréis que no resulta tentadora para sentarse en ella, extender las piernas, cerrar los ojos y dejarse bañar por el solecito mañanero.
Parada de autobús por pepemosca, en Flickr
Continuando carretera adelante se llega a Algatocín cuya vista, desde la carretera, es especialmente bonita. Se ve el pueblo, encaramado en la ladera y, de entre sus casas surge, única y sola, la torre de su iglesia, como diciendo "aquí estoy yo". Es una de mis favoritas, con sus colores rojo y ocre, y con su coqueta cúpula de cerámica azul. En un alarde de desvergüenza, le muestra al viajero dos relojes perfectamente desparejados. Aunque esté de más aclararlo, porque mis perspicaces lectores (si es que todavía queda alguno) lo habrán deducido ya por la situación del sol, el que está en hora, marcando las once, es el de la derecha.
Algatocín por pepemosca, en Flickr
En cuanto a Algatocín, solo añadir que es el punto de origen de la carretera que se interna, atravesándolo, en el valle del Genal y que conduce a Jubrique y a Genalguacil, pueblos y parajes bonitos donde los haya.
Siguiendo el camino, arribé a Gaucín que, con el puerto del Espino, marca el punto más occidental de la Serranía de Ronda. Es famoso, entre otras cosas por las extraordinarias vistas que ofrece. Por si fueran poco los paisajes del valle que llevamos recorrido, Gaucín, además, se asoma al Campo de Gibraltar y, en los días claros, se divisa la costa de África. Desde la carretera impresiona la vista de su castillo, encaramado en lo alto de una roca, de lo que, me temo, no da idea la foto que incluyo.
Mirador de Gaucín por pepemosca, en Flickr
Una vez pasado Gaucín, seguí por la misma carretera, que conduce hacia Jimena de la Frontera. Veintidós kilómetros de bajada con muchas curvas y algunos tramos de firme bastante malo. Ese fue el motivo del único sinsabor del viaje, porque al poco rato divisé el fatídico grupito al borde de la carretera que, efectivamente, se debía a un ciclista, de los muchos que allí hay, que se había caído en un bache. Me paré, entre otras razones, por imperativos de la profesión, y tras comprobar que no tenía nada serio y sí muchas heridas que sangraban con profusión, así como numerosas quemaduras, estuvimos esperando a la ambulancia que venía de Jimena. Una vez superado el incidente, hice alto en ese pueblo y me zampé un montadito de lomo con una cañita (mea culpa) que me vinieron al pelo.
Con tantas emociones ya empezaba a reconsiderar mi propósito inicial de visitar a los hijos de la Gran Bretaña y contemplaba la posibilidad de dar una vuelta por Barbate y por Zahara de los atunes. En consecuencia, y buscando rutas agrestes, me interné por la carretera que conduce a Alcalá de los Gazules.
De esta ruta no se puede decir, como en la copla, aquello de "tu calle ya no es tu calle, que es una calle cualquiera, camino de cualquier parte", porque no se trata de una carretera cualquiera, ni mucho menos. Atraviesa, por todo su centro, ni más ni menos que el Parque Natural de los Alcornocales, árbol con el que, sospechosamente, me siento íntimamente identificado, y desemboca en el puerto de Galis, que dicen los mapas, o de Galiz que pone en el letrero que allí hay. Enclave motero por excelencia, es parada obligada y, desde antiguo, renombrado cruce de caminos. Aquí confluían los viajeros que provenían tanto del campo de Gibraltar como de Jerez o de Ronda y su serranía. Ya había visitado el parque y conocía el puerto por haber llegado allí desde Ubrique o desde Cortes de la Frontera, situados hacia levante, pero no había recorrido esta carretera, que viene desde el sur.
Igual que las otras de la zona, es estrecha, muy sinuosa, con grandes desniveles y con abundantísima vegetación y bosques frondosos. Lo que hace especial el tramo que recorrí es que, además, es el menos concurrido de todos. Fué un rato soberbio, por aquellas soledades, bajando a hondonadas y subiendo a promontorios, con curvas de todos los tamaños y colores, tranquilo, a mi aire y completamente solo.
Me detuve a ver los troncos de los alcornoques, algunos de ellos con aspecto de venerables centenarios, con la corteza ya arrancada, el corcho recogido en montones ordenados y dispuesto para el transporte, los bosques y todo lo que me rodeaba. De ello, así como de mi querida V, hice las fotillos de rigor, que colgaré si averiguo como hacerlo.
Alcornoques por pepemosca, en Flickr
Recolección del corcho por pepemosca, en Flickr
Corcho por pepemosca, en Flickr
VStrom por pepemosca, en Flickr
Verdaderamente, la sucesión del valle del Genal, de las montañas y del parque de Los Alcornocales constituía motivo más que suficiente para dar por bien empleado uno de los mejores días de moto que recuerdo. Eso sin contar con la hora de consulta médica "in itínere" que había pasado. En consecuencia, decidí llegar Alcalá de los Gazules y celebrar consejo, conmigo mismo, sobre el itinerario a seguir. Pregunté a una señora vaca (en la fotografía) sobre cual era el camino más adecuado, pero no supo aclarármelo y, ante la hosca mirada de su señor marido (no me atreví a pedirle que posara, por si acaso), decidí orientarme por mi cuenta.
Vaca por pepemosca, en Flickr
No fue difícil y, como espero que se vea en la foto, finalmente divisé, en lontananza, el castillo de Alcalá, situado, como no, en la cresta de una roca.
Llegando a Alcalá de los Gazules por pepemosca, en Flickr
En Alcalá de los Gazules, una generosa ración de riñones al jerez y una cerveza bien fría me devolvieron a mi ser original. Con el sol pegando de firme no era cosa de iniciar una visita del pueblo y, en cuanto al plan de viaje, hice lo que habitualmente cuando salgo solo con la moto (y yo creo que es lo que más me gusta): exactamente lo contrario de lo que tenía planeado al salir, sin tener que pedir la opinión de nadie ni consultar gustos ajenos.
Me decidí por la vía rápida, es decir autovía hasta Algeciras, 45 km, más autovía hasta Marbella, otros 80 y, para terminar, subida hasta Ronda por la carretera de San Pedro de Alcántara, clásica entre las carreteras moteras clásicas, bien conocida y digno colofón para un día de moto tan entretenido.
De paso, me acerqué al Corte Inglés de Marbella y me hice con una guía de viajes de Anaya Touring que se llama "guía total de Andalucía" y que me resultará muy útil si, en posteriores crónicas (percibo vuestro temblor ante semejante amenaza) no se me ocurren cosas que contar.
Eufórico como estaba por lo bien que me lo había pasado durante todo el día, subí la carretera de San Pedro a un ritmo algo más ligerillo de lo que acostumbro, aunque sin ningún problema y cruzándome con numerosos grupos de motos que bajaban. Excuso decir que, como tengo por costumbre, hubo Vsss para todos y cada uno de ellos, faltaría más.
En llegando a Ronda, se me ocurrió la idea más brillante de toda la jornada: ¿porqué no coronar tan agradable excursión, con sus fotitos y todo, con una par de tomas del Tajo y de su puente acariciados por el Sol poniente?, pues a ello, me dije.
Ahí os pongo las fotos, pero cuando las veais, dedicad un breve recuerdo a las fatigas que se esconden tras ellas, sobre todo de la última. Es el caso que, para ver el famoso puente desde esa perspectiva tan favorable hay que bajar, aquí, al lado de mi casa, por el llamado camino de Los Molinos. Empedrado, muy pendiente, sinuoso, traicionero y, ahora, con gran cantidad de agujeros y de piedras sueltas, aspecto que yo ignoraba. Durante la azarosa bajada, y ayudado por mi proverbial habilidad, fuí a pisar un pedrusco de regular tamaño ante lo cual el ABS de la moto se puso en funcionamiento de forma desaforada. Para cuando pude explicarle al cuitado mecanismo que no había necesidad de semejante derroche, ya habíamos recorrido, mi V y yo, una buena cantidad de metros con el duro suelo como destino más plausible. No está en mi mano aclarar si yo me hice con la moto o fue ella la que se hizo conmigo pero, milagrosamente, conservamos la verticalidad y conseguimos parar aquello. Tengo para mí que debió de intervenir, para salvarnos, el espíritu de alguno de los centenarios alcornoques que, con tanto respeto, habíamos visitado por la mañana. Me hago cargo, por otra parte, de vuestra desolación (aunque, a estas alturas de relato, debo de estar aquí más solo que entre los alcornoques) al imaginar la posibilidad de que esta crónica pudiese no haber sido escrita nunca, pero no fué así, afortunadamente. Conseguí dar la vuelta, con más miedo que verguenza, sacar la foto, llegar a casa y, ducha y gin-tonic mediantes, ponerme a escribir este ejemplo de lo que jamás se debe intentar colgar en un foro, si es que aspiras a seguir siendo miembro del mismo.
Ronda por pepemosca, en Flickr
Puente del Tajo por pepemosca, en Flickr
Conste, para mi descargo, que lo hago porque ¿a quien le voy a contar yo estas cosas si no es a quienes también les gustan las motos? Además, para hacerlo más digerible, intentaré aderezarlo con las fotillos que saqué, de manera que no resulte tan aburrido como el cuento del viaje entre Madrid y Ronda que colgué recientemente.
Saludos, pues, a aquellos valientes que hayan llegado hasta aquí y muchas Vssss para todos desde Andalucía. Pepe.
Nota: me acabo de enterar de que nuestra impagable base de datos, que creíamos perdida, ha sido recuperada. Mi más profundo agradecimiento a los que lo han hecho posible. Por caridad hacia los servidores, los discos duros, y los miembros del foro, dejaré que mi relato del viaje Ronda-Madrid, duerma el sueño de los justos en el foro provisional y no lo trasplantaré a este.
Saludos, otra vez.
