Espacio abierto a la Literatura.
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- lute
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#1 Espacio abierto a la Literatura.
Un cuento de P.Cohelo
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera.
Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres
murieron fulminados.
Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este
mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva
condición...)
La carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy
intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino
vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde manaba agua cristalina.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada.
Buenos días.
Buenos días -respondió el guardián.-
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el Cielo.
- Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos.
- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera.
Y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
- Lo siento mucho -dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima
sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió
adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos,
llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.
A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado,
con la cabeza cubierta por un sombrero.
Posiblemente dormía.
Buenos días -dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.
- Hay una fuente entre aquellas rocas -dijo el hombre, indicando el lugar.
- Podéis beber tanta agua como queráis. El hombre, el caballo y el
perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
- Podéis volver siempre que queráis - Le respondió-
- A propósito ¿Cómo se llama este lugar? - Cielo !
- ¿El Cielo? ¿Sí? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
- Aquello no era el Cielo, era el Infierno, contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo. - ¡Deberíais prohibir que utilicen
vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe de provocar grandes confusiones!
¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor,
Porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus
mejores amigos...
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera.
Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres
murieron fulminados.
Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este
mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva
condición...)
La carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy
intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino
vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde manaba agua cristalina.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada.
Buenos días.
Buenos días -respondió el guardián.-
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el Cielo.
- Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos.
- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera.
Y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
- Lo siento mucho -dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima
sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió
adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos,
llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.
A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado,
con la cabeza cubierta por un sombrero.
Posiblemente dormía.
Buenos días -dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.
- Hay una fuente entre aquellas rocas -dijo el hombre, indicando el lugar.
- Podéis beber tanta agua como queráis. El hombre, el caballo y el
perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
- Podéis volver siempre que queráis - Le respondió-
- A propósito ¿Cómo se llama este lugar? - Cielo !
- ¿El Cielo? ¿Sí? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
- Aquello no era el Cielo, era el Infierno, contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo. - ¡Deberíais prohibir que utilicen
vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe de provocar grandes confusiones!
¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor,
Porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus
mejores amigos...
Última edición por lute el 20 Ago 2005 14:59, editado 6 veces en total.
- lute
- V.I.P.
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#3
El instante
¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?
El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.
"Jorge Luis Borges"
¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?
El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.
"Jorge Luis Borges"
- dahira69
- Cansino
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#6
Muy buenos los dos, y la verdad que para los que estamos trabajando se agradece un buen ratito para la reflexion.
Gracias Lute.
Un saludo, :wa) :wa)
Gracias Lute.
Un saludo, :wa) :wa)
David
V-Strom 1000 K6 NEGRA
V-Strom 1000 K6 NEGRA
QUE NO FARTE DE NA !!!!!!!!!!!!!!
- Jinetenocturno
- V.I.P.
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#8
Otra forma de enriquecer el foro, que no se diga que solo hablamos de motos, desde luego que puedes seguir con cosas asi. ;-) ;-3 :-1
- lute
- V.I.P.
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#10
Regresa el espíritu a la tarea de ver el mundo sin complejos.
Regresa el espíritu a buscar las melodías de la hierba y el verso de la higuera.
Regresa el espíritu a andarse por las ramas de la vida, a pringarse por completo del polen de lo que se olvida, de lo desdeñado, de lo desterrado.
Regresa y se instala en ese espacio fronterizo donde lo poseído carece de valor y cualquier nombre nos nombra a todos.
El viento vuelve a ser susurro; la luz, una promesa; la flor, un beso; el verso, un tesoro; escribir, el ensueño de vivir y conversarte.
Vivimos en el territorio de lo azaroso, cualquier plan es el principio de un delirio, cualquier forma de futuro un juego infantil, cualquier certeza un candado a la locura de existir.
El oleaje agita las campanas, resuenan éstas como una garganta inmensa que nos interroga y nos conmina a cerrar los ojos. Vemos entonces que la oscuridad es de color naranja y que la muerte transita detrás de una carcajada.
La gran paradoja tiene lugar: la muerte nos invita a la vida y la vida nos invita a la muerte.
Y así, como toro y torero, la vida y la muerte se embarcan en el rito, en la recreación constante de la eternidad. Y en esa confrontación que es al tiempo sangrienta y vital nace nuestra fantasía de una realidad lineal y constante. Craso error que nos lleva a planear la vida con agenda electrónica.
Me asomo al amanecer con la banda sonora de Gilberto Gil en las entrañas. El amanecer me habla de comienzo y posibilidad. Dejo atrás los fantasmas del ayer, el pesado equipaje de pensar en el mañana.
Este segundo encierra todo lo que soy, todo lo que creo ser, todas las mentiras que me he dicho ante el espejo, todas las ansias de amor y sexo, todas mis madrugadas de placeres y dolor.
Este segundo me contiene tan de verdad como los treinta y cinco años que dejo atrás.
Este segundo en que pronuncio mi nombre y no me suena extraño ni lejano me justifica. No en vano la vida debiera ser por encima de todo aprenderse y aprehenderse.
Nada resiste los embistes del libre albedrío, la algarabía de la libertad, la dictadura de la mala o buena suerte. Nada puede escapar de los dictados del azar. Escogemos los caminos y equivocamos los destinos.
No pueden ser verdad los lamentos de un Dios que muere con cada uno de nosotros.
No pueden ser verdad las cosas que callaron los poetas en los gritos de sus versos.
No pueden ser verdad los frutos podridos del naranjo, los pétalos heridos, las ramas cortadas, las heridas del sur.
No.
No debieran ser verdad las pesadillas del niño, los aullidos del ñu desangrándose en el río, la luz de un bombardeo.
La felicidad consiste, hoy por hoy, en olvidar.
El nuevo Oráculo de los Dioses dispone el nuevo mandamiento: Sé egoísta y será feliz -sobretodo si basas tu felicidad en todo aquello que posees o puedes llegar a poseer.
Casi resulta ridículo pensar que las cosas pueden ser diferentes.
Pero aún creo en la máxima: Sé generoso y tendrás paz. Una paz, no pequemos de estúpidos, que nada tiene que ver con la felicidad.
Estar en paz significa estar consciente, saber del dolor y la necesidad del otro y actuar en consecuencia.
Pero los feroces aromas de la felicidad nos llegan, en estos tiempos, con el último grito en ordenadores, con el nuevo deportivo de dos plazas, con unos pechos nuevos y un apartamento en la costa. Y nos dura lo que la novedad.
En cuanto el escaparate acoge el último grito la felicidad se instala a su lado. Y vuelta a empezar.
Por este camino la tan cacareada búsqueda de la felicidad nos conduce al laberinto, al centro mismo de la caverna, a la esclavitud de poseer por poseer.
Nos pasamos la vida tratando de sumar títulos de propiedad olvidándonos del pequeño pero importante detalle de que nada en este mundo puede poseerse.
Todo cuanto existe nace libre. Esa es la realidad del universo.
Regresa al espíritu! Regresa a las ventanas y al teclado, a la dulzura de beberse los posos de la desazón, a la necesidad de abrazar todo lo que no cabe en los claustros. Regresa al espíritu, a la página en blanco.
De autor desconocido.
Regresa el espíritu a buscar las melodías de la hierba y el verso de la higuera.
Regresa el espíritu a andarse por las ramas de la vida, a pringarse por completo del polen de lo que se olvida, de lo desdeñado, de lo desterrado.
Regresa y se instala en ese espacio fronterizo donde lo poseído carece de valor y cualquier nombre nos nombra a todos.
El viento vuelve a ser susurro; la luz, una promesa; la flor, un beso; el verso, un tesoro; escribir, el ensueño de vivir y conversarte.
Vivimos en el territorio de lo azaroso, cualquier plan es el principio de un delirio, cualquier forma de futuro un juego infantil, cualquier certeza un candado a la locura de existir.
El oleaje agita las campanas, resuenan éstas como una garganta inmensa que nos interroga y nos conmina a cerrar los ojos. Vemos entonces que la oscuridad es de color naranja y que la muerte transita detrás de una carcajada.
La gran paradoja tiene lugar: la muerte nos invita a la vida y la vida nos invita a la muerte.
Y así, como toro y torero, la vida y la muerte se embarcan en el rito, en la recreación constante de la eternidad. Y en esa confrontación que es al tiempo sangrienta y vital nace nuestra fantasía de una realidad lineal y constante. Craso error que nos lleva a planear la vida con agenda electrónica.
Me asomo al amanecer con la banda sonora de Gilberto Gil en las entrañas. El amanecer me habla de comienzo y posibilidad. Dejo atrás los fantasmas del ayer, el pesado equipaje de pensar en el mañana.
Este segundo encierra todo lo que soy, todo lo que creo ser, todas las mentiras que me he dicho ante el espejo, todas las ansias de amor y sexo, todas mis madrugadas de placeres y dolor.
Este segundo me contiene tan de verdad como los treinta y cinco años que dejo atrás.
Este segundo en que pronuncio mi nombre y no me suena extraño ni lejano me justifica. No en vano la vida debiera ser por encima de todo aprenderse y aprehenderse.
Nada resiste los embistes del libre albedrío, la algarabía de la libertad, la dictadura de la mala o buena suerte. Nada puede escapar de los dictados del azar. Escogemos los caminos y equivocamos los destinos.
No pueden ser verdad los lamentos de un Dios que muere con cada uno de nosotros.
No pueden ser verdad las cosas que callaron los poetas en los gritos de sus versos.
No pueden ser verdad los frutos podridos del naranjo, los pétalos heridos, las ramas cortadas, las heridas del sur.
No.
No debieran ser verdad las pesadillas del niño, los aullidos del ñu desangrándose en el río, la luz de un bombardeo.
La felicidad consiste, hoy por hoy, en olvidar.
El nuevo Oráculo de los Dioses dispone el nuevo mandamiento: Sé egoísta y será feliz -sobretodo si basas tu felicidad en todo aquello que posees o puedes llegar a poseer.
Casi resulta ridículo pensar que las cosas pueden ser diferentes.
Pero aún creo en la máxima: Sé generoso y tendrás paz. Una paz, no pequemos de estúpidos, que nada tiene que ver con la felicidad.
Estar en paz significa estar consciente, saber del dolor y la necesidad del otro y actuar en consecuencia.
Pero los feroces aromas de la felicidad nos llegan, en estos tiempos, con el último grito en ordenadores, con el nuevo deportivo de dos plazas, con unos pechos nuevos y un apartamento en la costa. Y nos dura lo que la novedad.
En cuanto el escaparate acoge el último grito la felicidad se instala a su lado. Y vuelta a empezar.
Por este camino la tan cacareada búsqueda de la felicidad nos conduce al laberinto, al centro mismo de la caverna, a la esclavitud de poseer por poseer.
Nos pasamos la vida tratando de sumar títulos de propiedad olvidándonos del pequeño pero importante detalle de que nada en este mundo puede poseerse.
Todo cuanto existe nace libre. Esa es la realidad del universo.
Regresa al espíritu! Regresa a las ventanas y al teclado, a la dulzura de beberse los posos de la desazón, a la necesidad de abrazar todo lo que no cabe en los claustros. Regresa al espíritu, a la página en blanco.
De autor desconocido.
Última edición por lute el 24 Ago 2005 19:35, editado 1 vez en total.
- lute
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#11
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores: el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo", dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas.
Pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti
sin que la vivas ....
Walt Whitman
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores: el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo", dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas.
Pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti
sin que la vivas ....
Walt Whitman
#12
Viento (Déjame ir contigo)
Soy igual que tú eres, viento.
Me pienso, me sublevo.
Acaricio montañas llenas de aromas y sueños,
de niños, de ciervos...
Barro dictaduras y a mo la paz y el sosiego
y detrás de mí, soplo de viento,
vienes tú conmigo pa' meterles miedo.
Y pa' los labriegos y los ganaderos
vienes tú conmigo p'acariciar sus sueños
y darles el agua que estaban pidiendo
a dioses confusos... a dioses sin cielo.
Déjame ir contigo rebelde y risueño.
Déjame ir contigo, libre como el viento.
Déjame ir contigo que en tí están mis sueños.
Déjame ir contigo...
o se irá mi sueño.
manolo chinato
Soy igual que tú eres, viento.
Me pienso, me sublevo.
Acaricio montañas llenas de aromas y sueños,
de niños, de ciervos...
Barro dictaduras y a mo la paz y el sosiego
y detrás de mí, soplo de viento,
vienes tú conmigo pa' meterles miedo.
Y pa' los labriegos y los ganaderos
vienes tú conmigo p'acariciar sus sueños
y darles el agua que estaban pidiendo
a dioses confusos... a dioses sin cielo.
Déjame ir contigo rebelde y risueño.
Déjame ir contigo, libre como el viento.
Déjame ir contigo que en tí están mis sueños.
Déjame ir contigo...
o se irá mi sueño.
manolo chinato
- lute
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#14
Recopilatorio de citas.
Es cierto que no te quiero tanto como cuando éramos novios, pero es que a mí nunca me han gustado las mujeres casadas.
Proverbio Americano.
De los fumadores podemos aprender la tolerancia. Todavía no conozco uno sólo que se haya quejado de los no fumadores.
[ Sandro Pertini ]
Hay ciertas personas que jamás se despojan de su orgullo; cuando pasan revista a sus defectos lo hacen a caballo.
[ Paul Masson ]
Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan como estamos y se esperan a oír la contestación.
Ed Cunningham
Sustituir el amor propio por el amor a los demás es cambiar un tirano insufrible por un buen amigo.
Concepción Arenal
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Albert Einstein
Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré mejor.
Antonio Machado
Si junto a la biblioteca tienes un jardín, ya no te faltará nada.
Cicerón
Recordad que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que vale más oír que hablar.
Zenón
Un sólo crimen convierte en un maldito; millares, en un héroe.
Erasmo de Rótterdam
En el fondo tener sentido del humor es ser consciente de la relatividad de las cosas.
Antonio de Senillosa
La muerte es el remedio de todos los males; pero no debemos echar mano de éste hasta última hora.
Molière
La vida es lo poco que nos sobra de la muerte.
Walt Whitman
Dicen que el dinero no lo es todo, pero ¿ quién quiere todo?
Anónimo
Los hombres son como vinos: la edad agría los malos y mejora los buenos.
Cicerón
No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma.
Pitágoras
Si tu mal tiene remedio, ¿ por qué te afliges? Y si tu mal no tiene remedio, ¿ por qué te afliges?
Proverbio Inglés
Lo que pasa por ser intuición femenina, suele ser sólo transparencia masculina.
George Jean Nathan
Dedico esta edición a mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera.
Camilo José Cela
Los males que no tienen fuerza para acabar la vida, no la han de tener para acabar la paciencia.
Miguel de Cervantes
La vida es un espectáculo magnífico, pero tenemos malos asientos y no entendemos lo que estamos presenciando.
Georges Clemenceau
Antes de casarme tenía yo seis teorías sobre la manera de educar a los niños. Ahora tengo seis niños y ninguna teoría.
Lord Rochester
Hay otros mundos, pero estan en éste.
Paul Eluard
La ocasión es como el fierro: se ha de machacar caliente.
José Hernández
Si el vino perjudica tus negocios, deja tus negocios.
G. K. Chesterton
Donde quiera que pone el hombre la planta, pisa siempre cien senderos. Proverbio Hindú
Para adán, el paraíso era donde estaba Eva.
Mark Twain
La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus límites, la tontería no.
Claud Chabrol
Quien va con hambre a la mesa y cansado a la cama, no necesita manjares selectos ni colchón de pluma.
Salvatore Rosa
Yo comienzo por hacer la guerra. Ya se cuidarán los políticos de demostrar que es justa.
Federico II de Prusia
Todo el mundo se queja de su memoria, pero nadie de su inteligencia.
La Rochefoucauld
La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz.
Proverbio Escocés
Estar contentos con poco es difícil; con mucho, imposible.
Pearl S. Buck
La meta es partir.
Giuseppe Ungaretti
La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.
Michel Eyquem de Montaigne
Lo que la oruga interpreta
como el fin del mundo
es lo que su dueño denomina
mariposa.
Si tu felicidad depende de lo que hagan los demás,
supongo que estarás en aprietos.
Es cierto que no te quiero tanto como cuando éramos novios, pero es que a mí nunca me han gustado las mujeres casadas.
Proverbio Americano.
De los fumadores podemos aprender la tolerancia. Todavía no conozco uno sólo que se haya quejado de los no fumadores.
[ Sandro Pertini ]
Hay ciertas personas que jamás se despojan de su orgullo; cuando pasan revista a sus defectos lo hacen a caballo.
[ Paul Masson ]
Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan como estamos y se esperan a oír la contestación.
Ed Cunningham
Sustituir el amor propio por el amor a los demás es cambiar un tirano insufrible por un buen amigo.
Concepción Arenal
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Albert Einstein
Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré mejor.
Antonio Machado
Si junto a la biblioteca tienes un jardín, ya no te faltará nada.
Cicerón
Recordad que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que vale más oír que hablar.
Zenón
Un sólo crimen convierte en un maldito; millares, en un héroe.
Erasmo de Rótterdam
En el fondo tener sentido del humor es ser consciente de la relatividad de las cosas.
Antonio de Senillosa
La muerte es el remedio de todos los males; pero no debemos echar mano de éste hasta última hora.
Molière
La vida es lo poco que nos sobra de la muerte.
Walt Whitman
Dicen que el dinero no lo es todo, pero ¿ quién quiere todo?
Anónimo
Los hombres son como vinos: la edad agría los malos y mejora los buenos.
Cicerón
No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma.
Pitágoras
Si tu mal tiene remedio, ¿ por qué te afliges? Y si tu mal no tiene remedio, ¿ por qué te afliges?
Proverbio Inglés
Lo que pasa por ser intuición femenina, suele ser sólo transparencia masculina.
George Jean Nathan
Dedico esta edición a mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera.
Camilo José Cela
Los males que no tienen fuerza para acabar la vida, no la han de tener para acabar la paciencia.
Miguel de Cervantes
La vida es un espectáculo magnífico, pero tenemos malos asientos y no entendemos lo que estamos presenciando.
Georges Clemenceau
Antes de casarme tenía yo seis teorías sobre la manera de educar a los niños. Ahora tengo seis niños y ninguna teoría.
Lord Rochester
Hay otros mundos, pero estan en éste.
Paul Eluard
La ocasión es como el fierro: se ha de machacar caliente.
José Hernández
Si el vino perjudica tus negocios, deja tus negocios.
G. K. Chesterton
Donde quiera que pone el hombre la planta, pisa siempre cien senderos. Proverbio Hindú
Para adán, el paraíso era donde estaba Eva.
Mark Twain
La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus límites, la tontería no.
Claud Chabrol
Quien va con hambre a la mesa y cansado a la cama, no necesita manjares selectos ni colchón de pluma.
Salvatore Rosa
Yo comienzo por hacer la guerra. Ya se cuidarán los políticos de demostrar que es justa.
Federico II de Prusia
Todo el mundo se queja de su memoria, pero nadie de su inteligencia.
La Rochefoucauld
La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz.
Proverbio Escocés
Estar contentos con poco es difícil; con mucho, imposible.
Pearl S. Buck
La meta es partir.
Giuseppe Ungaretti
La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.
Michel Eyquem de Montaigne
Lo que la oruga interpreta
como el fin del mundo
es lo que su dueño denomina
mariposa.
Si tu felicidad depende de lo que hagan los demás,
supongo que estarás en aprietos.
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#15 EL SENTIDO DE LA VIDA
EL SENTIDO DE LA VIDA
- Un hombre de negocios norteamericano estaba en el embarcadero
de un pueblecito costero de México cuando llega una barca con un solo tripulante y varios soberbios atunes. El norteamericano felicita al mexicano por la calidad del pescado y le pregunta cuánto tiempo había
tardado en pescarlo.
- El mexicano replica:
- Oh! Sólo un ratito.
- Entonces el norteamericano le pregunta por qué no se había
quedado más tiempo para coger más peces. El mexicano dijo que ya tenía
suficiente para las necesidades de su familia.
- El norteamericano volvió a preguntar:
- ¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo?
- El mexicano contesta:
- Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor.
- El norteamericano dijo con tono burlón:
- Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. Con los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca. En vez de vender su captura a un intermediario, se la podría vender al mayorista; incluso podría llegar
a tener su propia fábrica de conservas. Controlaría el producto, el
proceso industrial y la comercialización. Tendría que irse de esta
aldea y mudarse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y finalmente a Nueva York, donde dirigiría su propia empresa en expansión.
- Pero señor, ¿cuánto tiempo tardaría todo eso?
- De quince a veinte años.
- Y luego ¿qué?
- El norteamericano soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte:
- Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa y hacerse muy rico. Ganaría millones.
- ¿Millones, señor? Y luego ¿qué?
- Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, hacer la siesta con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas y tocar la guitarra con sus amigos.
- Un hombre de negocios norteamericano estaba en el embarcadero
de un pueblecito costero de México cuando llega una barca con un solo tripulante y varios soberbios atunes. El norteamericano felicita al mexicano por la calidad del pescado y le pregunta cuánto tiempo había
tardado en pescarlo.
- El mexicano replica:
- Oh! Sólo un ratito.
- Entonces el norteamericano le pregunta por qué no se había
quedado más tiempo para coger más peces. El mexicano dijo que ya tenía
suficiente para las necesidades de su familia.
- El norteamericano volvió a preguntar:
- ¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo?
- El mexicano contesta:
- Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor.
- El norteamericano dijo con tono burlón:
- Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. Con los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca. En vez de vender su captura a un intermediario, se la podría vender al mayorista; incluso podría llegar
a tener su propia fábrica de conservas. Controlaría el producto, el
proceso industrial y la comercialización. Tendría que irse de esta
aldea y mudarse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y finalmente a Nueva York, donde dirigiría su propia empresa en expansión.
- Pero señor, ¿cuánto tiempo tardaría todo eso?
- De quince a veinte años.
- Y luego ¿qué?
- El norteamericano soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte:
- Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa y hacerse muy rico. Ganaría millones.
- ¿Millones, señor? Y luego ¿qué?
- Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, hacer la siesta con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas y tocar la guitarra con sus amigos.
Manuel @ngel
Albacete
DL 650 Roja
Socio MGM 4353
Albacete
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#17
....................... Furtivamente, pues, como un colegial haciendo novillos, echo otra ojeada a traves de la puerta..........................abrio de par en par las puertas de las cristaleras, retiro la funda de la moto, plego la patilla, monto, dio al contacto, apreto el boton de arranque y, con un rugido que parecio surgir de las entrañas mismas de su ser, se adentro en la noche estrellada y atraveso el puente del Conquistador camino de Belen.
A Oliver le entusiasmaban las motos desde que su padre las habia decretado propias de la clase baja. En sueños,habia huido en ellas, dotandolas de alas y otros poderes magicos; en el pueblo cercano a Nightingales, habia montado detras de los hijos de los granjeros y probado el elixir de la velocidad; en la adolescencia, habia soñado con chicas de piernas largas yendo de paquete detras de el. Pero si bien el viaje hasta Ankara cumplia muchas de sus expectativas mas exoticas-- una luna brillante, el cielo nocturno, la carretera sinuosa y vacia a cualquier parte--, no pudo dejar de atormentarse con los peligros que se hallaban ante el, y con los que habia dejado atras. ...........................
SINGLE&SINGLE----John Le Carre.
A Oliver le entusiasmaban las motos desde que su padre las habia decretado propias de la clase baja. En sueños,habia huido en ellas, dotandolas de alas y otros poderes magicos; en el pueblo cercano a Nightingales, habia montado detras de los hijos de los granjeros y probado el elixir de la velocidad; en la adolescencia, habia soñado con chicas de piernas largas yendo de paquete detras de el. Pero si bien el viaje hasta Ankara cumplia muchas de sus expectativas mas exoticas-- una luna brillante, el cielo nocturno, la carretera sinuosa y vacia a cualquier parte--, no pudo dejar de atormentarse con los peligros que se hallaban ante el, y con los que habia dejado atras. ...........................
SINGLE&SINGLE----John Le Carre.
#18
SUCEDE que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias
PABLO NERUDA
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias
PABLO NERUDA
- stormbringer
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#19
Lealtad y piedad para ti no existen,
rencor y odio son tus armas,
a menudo viajas hasta el infierno,
te sientes bien entre demonios y llamas.
Quitas la vida a quién te desafía,
te burlas del que se asusta,
amas a quién sigue tu huella;
pero sobre todo, al que odia la vida.
Sangre vienes a buscar,
sangre a menudo encuentras,
te mueves por el loco mundo,
todo vas dejando a ciegas.
Escuchar llantos te divierte,
te encanta ver lágrimas derramadas,
hacer sufrir es tu mejor bandera,
apagar la vida tu mayor venganza.
A.T.
Como bien es sabido...
La muerte está tan segura de su victoria, que te da toda una vida de ventaja !!. ;-)
rencor y odio son tus armas,
a menudo viajas hasta el infierno,
te sientes bien entre demonios y llamas.
Quitas la vida a quién te desafía,
te burlas del que se asusta,
amas a quién sigue tu huella;
pero sobre todo, al que odia la vida.
Sangre vienes a buscar,
sangre a menudo encuentras,
te mueves por el loco mundo,
todo vas dejando a ciegas.
Escuchar llantos te divierte,
te encanta ver lágrimas derramadas,
hacer sufrir es tu mejor bandera,
apagar la vida tu mayor venganza.
A.T.
Como bien es sabido...
La muerte está tan segura de su victoria, que te da toda una vida de ventaja !!. ;-)
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#20 Re: EL SENTIDO DE LA VIDA
@ngel escribió:EL SENTIDO DE LA VIDA
- Un hombre de negocios norteamericano estaba en el embarcadero
de un pueblecito costero de México cuando llega una barca con un solo tripulante y varios soberbios atunes. El norteamericano felicita al mexicano por la calidad del pescado y le pregunta cuánto tiempo había
tardado en pescarlo.
- El mexicano replica:
- Oh! Sólo un ratito.
- Entonces el norteamericano le pregunta por qué no se había
quedado más tiempo para coger más peces. El mexicano dijo que ya tenía
suficiente para las necesidades de su familia.
- El norteamericano volvió a preguntar:
- ¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo?
- El mexicano contesta:
- Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor.
- El norteamericano dijo con tono burlón:
- Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. Con los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca. En vez de vender su captura a un intermediario, se la podría vender al mayorista; incluso podría llegar
a tener su propia fábrica de conservas. Controlaría el producto, el
proceso industrial y la comercialización. Tendría que irse de esta
aldea y mudarse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y finalmente a Nueva York, donde dirigiría su propia empresa en expansión.
- Pero señor, ¿cuánto tiempo tardaría todo eso?
- De quince a veinte años.
- Y luego ¿qué?
- El norteamericano soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte:
- Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa y hacerse muy rico. Ganaría millones.
- ¿Millones, señor? Y luego ¿qué?
- Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, hacer la siesta con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas y tocar la guitarra con sus amigos.
Muy, muy bueno, Angel.
Me recuerda a la letra de aquella canción:
"POBRECITO MI PATRON, PIENSA QUE EL POBRE SOY YO... "
- lute
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#21
“Se despide un genio”
Gabriel García Márquez se ha retirado de la vida pública por razones de salud: cáncer linfático. Ahora, parece, que es cada vez más grave. Ha enviado una carta de despedida a sus amigos, y gracias a Internet está siendo difundida.
Les recomiendo su lectura porque es verdaderamente conmovedor este corto texto escrito por uno de los Latinoamericanos más brillantes de los últimos tiempos.
“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera”.
Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse!
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.”
ENVIA ESTO A QUIENES QUIERAS
Si no lo haces hoy, mañana será igual que ayer.
Y si no lo haces nunca tampoco importa.
El momento es este.
Saludos con mucho cariño !!!!
Gabriel García Márquez se ha retirado de la vida pública por razones de salud: cáncer linfático. Ahora, parece, que es cada vez más grave. Ha enviado una carta de despedida a sus amigos, y gracias a Internet está siendo difundida.
Les recomiendo su lectura porque es verdaderamente conmovedor este corto texto escrito por uno de los Latinoamericanos más brillantes de los últimos tiempos.
“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera”.
Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse!
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.”
ENVIA ESTO A QUIENES QUIERAS
Si no lo haces hoy, mañana será igual que ayer.
Y si no lo haces nunca tampoco importa.
El momento es este.
Saludos con mucho cariño !!!!
#22
Un señor va de cacería al África y se lleva su perrito para no sentirse
solo en ese lugar. Un día ya en la expedición, el perrito, jugueteando se
aleja del grupo, se extravía y comienza a vagar solo por la selva. En
eso ve a lo lejos que viene una pantera enorme a la carrera.
Al ver que la pantera se lo va a devorar, piensa rápido qué hacer. En
eso ve un montón de huesos de un animal muerto y empieza a
mordisquearlos.
Entonces, cuando la pantera está a punto de atacarlo, el perrito
dice:
¡Ah!, ¡que rica pantera me acabo de comer !!!!
La pantera lo alcanza a escuchar y frenando en seco, gira y sale
despavorida pensando :¡ Quien sabe que animal será ese, no me vaya a
comer a mí también !!!
Un mono que andaba trepado en un árbol cercano y que había visto y oído
la escena sale corriendo tras la pantera para contarle como la engañó el
perrito .¨
Cómo serás estúpida, esos huesos ya estaban ahí, además es un simple
perro.
El perrito alcanza a darse cuenta de la mala onda del mono.
Después que el mono le contó a la pantera la historia de lo que vio,
esta última muy molesta le dice al mono : ¡ Súbete a mi espalda, vamos
donde ese perro a ver quién se come a quién ! ¨. Y salen corriendo a
buscar al perrito.
El perrito ve a lo lejos que viene nuevamente la pantera y esta vez con
el mono chismoso. ¿¿ Y ahora que hago ??, piensa todo asustado el
perrito.
Entonces, en vez de salir corriendo, se queda sentado dándoles la
espalda como si no los hubiera visto, y cuando la pantera está a punto
de atacarlo de nuevo, el perrito dice: ¨¡ Este mono hijo de p*a ¡!, hace
como media hora que lo mandé a traerme otra pantera, y todavía no aparece!
MORALEJA : EN MOMENTOS DE CRISIS, SOLO LA IMAGINACION ES MAS IMPORTANTE
QUE EL CONOCIMIENTO.
Procura ser imaginativo como el perro. Evitar ser estúpido como la
pantera, pero nunca seas tan hijo de p*a como el mono.
_
solo en ese lugar. Un día ya en la expedición, el perrito, jugueteando se
aleja del grupo, se extravía y comienza a vagar solo por la selva. En
eso ve a lo lejos que viene una pantera enorme a la carrera.
Al ver que la pantera se lo va a devorar, piensa rápido qué hacer. En
eso ve un montón de huesos de un animal muerto y empieza a
mordisquearlos.
Entonces, cuando la pantera está a punto de atacarlo, el perrito
dice:
¡Ah!, ¡que rica pantera me acabo de comer !!!!
La pantera lo alcanza a escuchar y frenando en seco, gira y sale
despavorida pensando :¡ Quien sabe que animal será ese, no me vaya a
comer a mí también !!!
Un mono que andaba trepado en un árbol cercano y que había visto y oído
la escena sale corriendo tras la pantera para contarle como la engañó el
perrito .¨
Cómo serás estúpida, esos huesos ya estaban ahí, además es un simple
perro.
El perrito alcanza a darse cuenta de la mala onda del mono.
Después que el mono le contó a la pantera la historia de lo que vio,
esta última muy molesta le dice al mono : ¡ Súbete a mi espalda, vamos
donde ese perro a ver quién se come a quién ! ¨. Y salen corriendo a
buscar al perrito.
El perrito ve a lo lejos que viene nuevamente la pantera y esta vez con
el mono chismoso. ¿¿ Y ahora que hago ??, piensa todo asustado el
perrito.
Entonces, en vez de salir corriendo, se queda sentado dándoles la
espalda como si no los hubiera visto, y cuando la pantera está a punto
de atacarlo de nuevo, el perrito dice: ¨¡ Este mono hijo de p*a ¡!, hace
como media hora que lo mandé a traerme otra pantera, y todavía no aparece!
MORALEJA : EN MOMENTOS DE CRISIS, SOLO LA IMAGINACION ES MAS IMPORTANTE
QUE EL CONOCIMIENTO.
Procura ser imaginativo como el perro. Evitar ser estúpido como la
pantera, pero nunca seas tan hijo de p*a como el mono.
_
- lute
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#23
Juan Salvador Gaviota
AMANECÍA Y EL NUEVO SOL PINTABA de oro las ondas de un mar tranquilo. Un pesquero chapoteaba a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el aire la voz llamando a la bandada de la comida y una multitud de mil gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreo.
Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, está practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su pico, y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil posición requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró su velocidad hasta que el viento no fue mas que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá abajo. Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un... sólo... centímetro... más... Encrespáronse sus plumas, se atascó y cayó.
Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se detienen. Detenerse en medio del vuelo es para ellas vergüenza, y es deshonor.
Pero Juan Salvador Gaviota, sin avergonzarse, y al extender otra vez sus alas en aquella temblorosa y ardua torsión -parando, parando, y atascándose de nuevo-, no era un pájaro cualquiera.
La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar.
Este modo de pensar, descubrió, no es la manera con que uno se hace popular entre los demás pájaros. Hasta sus padres se desilusionaron al ver a Juan pasarse días enteros, solo, haciendo cientos de planeos a baja altura, experimentando.
No comprendía por qué, por ejemplo, cuando volaba sobre el agua a alturas inferiores a la mitad de la envergadura de sus alas, podía quedarse en el aire más tiempo, con menos esfuerzo; y sus planeos no terminaban con el normal chapuzón al tocar sus patas en el mar, sino que dejaba tras de sí una estela plana y larga al rozar la superficie con sus patas plegadas en aerodinámico gesto contra su cuerpo. Pero fue al empezar sus aterrizajes de patas recogidas -que luego revisaba paso a paso sobre la playa- que sus padres se desanimaron aún más.
-¿Por qué, Juan, por qué? -preguntaba su madre-. ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la bandada, Juan? ¿Por qué no dejas los vuelos rasantes a los pelícanos y a los albatros? ¿Por qué no comes? ¡Hijo, ya no eres más que hueso y plumas!
-No me importa ser hueso y plumas, mamá. Sólo pretendo saber qué puedo hacer en el aire y qué no. Nada más. Sólo deseo saberlo.
-Mira, Juan -dijo su padre, con cierta ternura-. El invierno está cerca. Habrá pocos barcos, y los peces de superficie se habrán ido a las profundidades. Si quieres estudiar, estudia sobre la comida y cómo conseguirla. Esto de volar es muy bonito, pero no puedes comerte un planeo, ¿sabes? No olvides que la razón de volar es la comida.
Juan asintió obedientemente. Durante los días sucesivos, intentó comportarse como las demás gaviotas; lo intentó de verdad, trinando y batiéndose con la bandada cerca del muelle y los pesqueros, lanzándose sobre un pedazo de pan y algún pez. Pero no le dió resultado.
Es todo inútil, pensó, y deliberadamente dejó caer una anchoa duramente disputada a una vieja y hambrienta gaviota que le perseguía. Podría estar empleando todo este tiempo en aprender a volar. ¡Había tanto que aprender!
No pasó mucho tiempo sin que Juan Salvador Gaviota saliera solo de nuevo hacia alta mar, hambriento, feliz, aprendiendo.
El tema fue la velocidad, y en una semana de prácticas había aprendido más acerca de la velocidad que la más veloz de las gaviotas.
A una altura de trescientos metros, aleteando con todas sus fuerzas, se metió en un abrupto y flameante picado hacia las olas, y aprendió por qué las gaviotas no hacen abruptos y flameantes picados. En sólo seis segundos voló a cien kilómetros por hora, velocidad a la cual el ala levantada empieza a ceder.
Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia,
podremos descubrirnos como criaturas de perfección...
A medida que se hundía, una voz hueca y extraña resonó en su interior.
No hay forma de evitarlo. Soy Gaviota. Soy limitada por naturaleza.
Si estuviese destinado a aprender tanto sobre volar, tendría por cerebro cartas de navegación
UNA VEZ TRAS OTRA LE SUCEDIÓ LO MISMO. A pesar de todo su cuidado, trabajando al máximo de su habilidad, perdía el control a alta velocidad.
Subía a trescientos metros. Primero con todas sus fuerzas hacia arriba, luego inclinándose, hasta lograr un picado vertical. Entonces, cada vez que trataba de mantener alzada al máximo su ala izquierda, giraba violentamente hacia ese lado, y al tratar de levantar su ala derecha para equilibrarse, entraba, como un rayo, en una descontrolada barrena.
Tenía que ser mucho más cuidadoso al levantar esa ala. Diez veces lo intentó, y las diez veces, al pasar a más de cien kilómetros por hora, terminó en un montón de plumas descontroladas, estrellándose contra el agua.
Empapado, pensó al fin que la clave debía ser mantener las alas quietas a alta velocidad; aletear, se dijo, hasta setenta por hora, y entonces dejar las alas quietas.
Lo intentó otra vez a setecientos metros de altura, descendiendo en vertical, el pico hacia abajo y las alas completamente extendidas y estables desde el momento en que pasó los setenta kilómetros por hora. Necesitó un esfuerzo tremendo, pero lo consiguió. En diez segundos, volaba como una centella sobrepasando los ciento treinta kilómetros por hora. ¡Juan había conseguido una marca mundial de velocidad para gaviotas!
Pero el triunfo duró poco. En el instante en que empezó a salir del picado, en el instante en que cambió el ángulo de sus alas, se precipitó en el mismo terrible e incontrolado desastre de antes y, a ciento treinta kilómetros por hora, el desenlace fue como una explosión de dinamita. Juan Gaviota se desintegró y fue a estrellarse contra un mar duro como un ladrillo.
Era ya pasado el anochecer, cuando recobró el sentido, y se halló a la luz de la luna y flotando en el océano. Sus alas desgreñadas parecían lingotes de plomo, pero el fracaso le pesaba aún más sobre la espalda. Débilmente deseó que el peso fuera suficiente para arrastrarle al fondo, y así terminar con todo.
A medida que se hundía, una voz hueca y extraña resonó en su interior. No hay forma de evitarlo. Soy gaviota. Soy limitado por la naturaleza. Si estuviese destinado a aprender tanto sobre volar, tendría por cerebro cartas de navegación. Si estuviese destinado a volar a alta velocidad, tendría las alas cortas de un halcón, y comería ratones en lugar de peces. Mi padre tenía razón. Tengo que olvidar estas tonterías. Tengo que volar a casa, a la bandada, y estar contento de ser como soy: una pobre y limitada gaviota.
La voz se fue desvaneciendo y Juan se sometió. Durante la noche, el lugar para una gaviota es la playa y, desde ese momento, se prometió ser una gaviota normal. Así todo el mundo se sentiría más feliz.
Cansado se elevó de las oscuras aguas y voló hacia tierra, agradecido de lo que había aprendido sobre cómo volar a baja altura con el menor esfuerzo.
La luna y las luces centellando en el agua, trazando luminosos senderos en la oscuridad...
-PERO NO -pensó-. Ya he terminado con esta manera de ser, he terminado con todo lo que he aprendido. Soy una gaviota como cualquier otra gaviota, y volaré como tal.
Así es que ascendió dolorosamente a treinta metros y aleteó con más fuerza luchando por llegar a la orilla.
Se encontró mejor por su decisión de ser como otro cualquiera de la bandada. Ahora no habría nada que le atara a la fuerza que le impulsaba a aprender, no habría más desafíos ni más fracasos. Le resultó grato dejar ya de pensar, y volar, en la oscuridad, hacia las luces de la playa.
¡La oscuridad!, exclamó, alarmada, la hueca voz. ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad!
Juan no estaba alerta para escuchar. Es grato todo esto, pensó. La Luna y las luces centelleando en el agua, trazando luminosos senderos en la oscuridad, y todo tan pacífico y sereno...
¡Desciende! ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad! ¡Si hubieras nacido para volar en la oscuridad, tendrías los ojos de búho! ¡Tendrías por cerebro cartas de navegación! ¡Tendrías las alas cortas de un halcón!
Allí, en la noche, a treinta metros de altura, Juan Salvador Gaviota parpadeó. Sus dolores, sus resoluciones, se esfumaron.
¡Alas cortas! ¡Las alas cortas de un halcón!
¡Esta es la solución! ¡Qué necio he sido! ¡No necesito más que un ala muy pequeñita, no necesito más que doblar la parte mayor de mis alas y volar sólo con los extremos! ¡Alas cortas!
Subió a setecientos metros sobre el negro mar, y sin pensar por un momento en el fracaso o en la muerte, pegó fuertemente las antealas a su cuerpo, dejó solamente los afilados extremos asomados como dagas al viento, y cayó en picado vertical.
El viento le azotó la cabeza con un bramido monstruoso. Cien kilómetros por hora, ciento treinta, ciento ochenta y aún más rápido. La tensión de las alas a doscientos kilómetros por hora no era ahora tan grande como antes a cien, y con un mínimo movimiento de los extremos de las alas aflojó gradualmente el picado y salió disparado sobre las olas, como una gris bala de cañón bajo la Luna.
Entornó sus ojos contra el viento hasta transformarlos en dos pequeñas rayas, y se regocijó. ¡A doscientos kilómetros por hora! ¡Y bajo control! ¡Si pico desde mil metros en lugar de quinientos, ¿a cuánto llegaré...?
Olvidó las recientes resoluciones de hace un momento, arrebatadas por ese gran viento. Sin embargo, no se sentía culpable al romper las promesas que había hecho a sí mismo. Tales promesas existen solamente para las gaviotas que aceptan lo corriente. Uno que ha palpado la perfección en su aprendizaje no necesita esa clase de promesas.
Al amanecer, Juan Gaviota estaba practicando de nuevo. Desde dos mil metros los pesqueros eran puntos sobre el agua plana y azul, la Bandada de la Comida una débil nube de insignificantes motitas en circulación.
Estaba vivo, y temblaba ligeramente de gozo, orgulloso de que su miedo estuviera bajo control. Entonces, sin ceremonias, encogió sus antealas, extendió los cortos y angulosos extremos, y se precipitó directamente hacia el mar. Al pasar los dos mil metros, logró la velocidad máxima, el viento era una sólida y palpitante pared sonora contra la cual no podía avanzar con más rapidez. Ahora volaba recto hacia abajo a trescientos veinte kilómetros por hora. Tragó saliva, comprendiendo que se haría trizas si sus alas llegaban a desdoblarse a esa velocidad, y se despedazaría en un millón de partículas de gaviota. Pero la velocidad era poder, y la velocidad era gozo, y la velocidad era pura belleza.
Empezó su salida del picado a trescientos metros, los extremos de las alas batidos y borrosos en ese gigantesco viento, y en ese camino, el barco y la multitud de gaviotas se desenfocaban y crecían con la rapidez de una cometa.
No pudo parar; no sabía aún ni cómo girar a esa velocidad.
Una colisión sería la muerte instantánea.
Así es que cerró los ojos.
Sucedió entonces que esa mañana, justo después del amanecer, Juan Salvador Gaviota salió volando directamente en medio de la bandada de la comida marcando trescientos dieciocho kilómetros por hora, los ojos cerrados y en medio de un rugido de viento y plumas. La Gaviota de la Providencia le sonrió por esta vez, y nadie resultó muerto.
Cuando al fin apuntó su pico hacia el cielo azul, aun zumbaba a doscientos cuarenta kilómetros por hora. Al reducir a treinta y extender sus alas otra vez, el pesquero era una miga en el mar, mil metros más abajo.
Sólo pensó en el triunfo, ¡La velocidad máxima! ¡Una gaviota a trescientos veinte kilómetros por hora! Era un descubrimiento, el momento más grande y singular en la historia de la Bandada, y en ese momento una nueva época se abrió para Juan Gaviota. Voló hasta su solitaria área de prácticas, y doblando sus alas para un picado desde tres mil metros, se puso a trabajar en seguida para descubrir la forma de girar.
Se dio cuenta de que al mover una sola pluma del extremo de su ala una fracción de centímetro, causaba una curva suave y extensa a tremenda velocidad. Antes de haberlo aprendido, sin embargo, vio que cuando movía más de una pluma a esa velocidad, giraba como una bala de rifle. Y así fue Juan la primera gaviota de este mundo en realizar acrobacias aéreas.
No perdió tiempo ese día en charlar con las otras gaviotas, sino que siguió volando hasta después de la puesta del sol. Descubrió el rizo, el balance lento, el balance en punta, la barrena invertida, el medio rizo invertido.
¿Quién es más responsable que una gaviota
que ha encontrado y persigue un significado,
un fin más alto para la vida?
Durante mil años hemos escarbado tras las cabezas de los peces,
pero ahora tenemos una razón para vivir,
para aprender, ¡Para ser libres!
Su único pesar no era la soledad, sino que las otras gaviotas
se negasen a creer en la gloria que les esperaba...
CUANDO JUAN VOLVIÓ A LA BANDADA ya en la playa, era totalmente de noche. Estaba mareado y rendido. No obstante, y con verdadera satisfacción, dibujó un rizo para aterrizar y una vuelta rápida justo antes de tocar tierra. Cuando sepan, pensó, lo del descubrimiento, se pondrán locos de alegría. ¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! ¡En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, ¡hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!
Los años venideros susurraban y resplandecían de promesas.
Las gaviotas se hallaban reunidas en Sesión de Consejo cuando Juan tocó tierra, y parecía que habían estado así reunidas durante algún tiempo. Estaban, efectivamente, esperando.
-¡Juan Salvador Gaviota! ¡Ponte al Centro! -las palabras de la gaviota mayor sonaron con la voz solemne propia de las altas ceremonias. Ponerse en el centro sólo significaba gran vergüenza o gran honor. Situarse en el centro por honor, era la forma en que se señalaba a los jefes más destacados entre las gaviotas. Por supuesto, pensó, la bandada de la comida esta mañana vio el Descubrimiento. Pero yo no quiero honores. No tengo ningún deseo de ser líder. Sólo quiero compartir lo que he encontrado, y mostrar esos nuevos horizontes que nos están esperando. Y dio un paso al frente.
-Juan Salvador Gaviota -dijo la mayor-. ¡Ponte en el centro para tu vergüenza ante la mirada de tus semejantes!
Sintió como si le hubieran golpeado con un madero. Sus rodillas empezaron a temblar, sus plumas se combaron, y le zumbaban los oídos. ¿Al Centro para deshonrarme? ¡Imposible! ¡El descubrimiento! ¡No entienden! ¡Están equivocados! ¡Están equivocados!
-Por su irresponsabilidad temeraria -entonó la voz solemne-, al violar la dignidad y la tradición de la familia de las gaviotas...
Ser puesto en el centro por deshonor significaba que le expulsarían de la sociedad de las gaviotas, desterrado a una vida solitaria en los lejanos acantilados.
-Algún día, Juan Salvador Gaviota, aprenderás que la irresponsabilidad se paga. La vida es lo desconocido y lo irreconocible, salvo que hemos nacido para comer y vivir el mayor tiempo posible.
Una gaviota nunca replica al consejo de la bandada, pero la voz de Juan se hizo oír:
-¿Irresponsabilidad? ¡Hermanos míos! -gritó-. ¿Quién es más responsable que una gaviota que ha encontrado y que persigue un significado, un fin más alto para la vida? ¡Durante mil años hemos escarbado tras las cabezas de los peces, pero ahora tenemos una razón para vivir; para aprender, para descubrir; ¡para ser libres! Dadme una oportunidad, dejadme que os muestre lo que he encontrado.
La bandada parecía de piedra.
-Se ha roto la hermandad -entonaron juntas las gaviotas, y todas de acuerdo cerraron solemnemente sus oídos y le dieron la espalda.
JUAN SALVADOR GAVIOTA PASÓ EL RESTO DE SUS DÍAS SOLO, pero voló mucho más allá de los lejanos acantilados. Su único pesar no era su soledad, sino que las otras gaviotas se negasen a creer en la gloria que les esperaba al volar; que se negasen a abrir sus ojos y a ver.
Aprendía más cada día. Aprendió que un picado aerodinámico a alta velocidad podía ayudarle a encontrar aquel pez raro y sabroso que habitaba a tres metros bajo la superficie del océano: ya no le hicieron falta pesqueros ni pan duro para sobrevivir. Aprendió a dormir en el aire fijando una ruta durante la noche a través del viento de la costa, atravesando ciento cincuenta kilómetros de sol a sol. Con el mismo control interior, voló a través de espesas nieblas marinas y subió sobre ellas hasta cielos claros y deslumbradores... mientras las otras gaviotas yacían en tierra, sin ver más que niebla y lluvia. Aprendió a cabalgar los altos vientos tierra adentro, para regalarse allí con los más sabrosos insectos.
Lo que antes había esperado conseguir para toda la bandada, lo obtuvo ahora para si mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado. Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta, al desaparecer aquellas de su pensamiento, tuvo por cierto una vida larga y buena.
Richard Bach
AMANECÍA Y EL NUEVO SOL PINTABA de oro las ondas de un mar tranquilo. Un pesquero chapoteaba a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el aire la voz llamando a la bandada de la comida y una multitud de mil gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreo.
Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, está practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su pico, y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil posición requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró su velocidad hasta que el viento no fue mas que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá abajo. Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un... sólo... centímetro... más... Encrespáronse sus plumas, se atascó y cayó.
Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se detienen. Detenerse en medio del vuelo es para ellas vergüenza, y es deshonor.
Pero Juan Salvador Gaviota, sin avergonzarse, y al extender otra vez sus alas en aquella temblorosa y ardua torsión -parando, parando, y atascándose de nuevo-, no era un pájaro cualquiera.
La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar.
Este modo de pensar, descubrió, no es la manera con que uno se hace popular entre los demás pájaros. Hasta sus padres se desilusionaron al ver a Juan pasarse días enteros, solo, haciendo cientos de planeos a baja altura, experimentando.
No comprendía por qué, por ejemplo, cuando volaba sobre el agua a alturas inferiores a la mitad de la envergadura de sus alas, podía quedarse en el aire más tiempo, con menos esfuerzo; y sus planeos no terminaban con el normal chapuzón al tocar sus patas en el mar, sino que dejaba tras de sí una estela plana y larga al rozar la superficie con sus patas plegadas en aerodinámico gesto contra su cuerpo. Pero fue al empezar sus aterrizajes de patas recogidas -que luego revisaba paso a paso sobre la playa- que sus padres se desanimaron aún más.
-¿Por qué, Juan, por qué? -preguntaba su madre-. ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la bandada, Juan? ¿Por qué no dejas los vuelos rasantes a los pelícanos y a los albatros? ¿Por qué no comes? ¡Hijo, ya no eres más que hueso y plumas!
-No me importa ser hueso y plumas, mamá. Sólo pretendo saber qué puedo hacer en el aire y qué no. Nada más. Sólo deseo saberlo.
-Mira, Juan -dijo su padre, con cierta ternura-. El invierno está cerca. Habrá pocos barcos, y los peces de superficie se habrán ido a las profundidades. Si quieres estudiar, estudia sobre la comida y cómo conseguirla. Esto de volar es muy bonito, pero no puedes comerte un planeo, ¿sabes? No olvides que la razón de volar es la comida.
Juan asintió obedientemente. Durante los días sucesivos, intentó comportarse como las demás gaviotas; lo intentó de verdad, trinando y batiéndose con la bandada cerca del muelle y los pesqueros, lanzándose sobre un pedazo de pan y algún pez. Pero no le dió resultado.
Es todo inútil, pensó, y deliberadamente dejó caer una anchoa duramente disputada a una vieja y hambrienta gaviota que le perseguía. Podría estar empleando todo este tiempo en aprender a volar. ¡Había tanto que aprender!
No pasó mucho tiempo sin que Juan Salvador Gaviota saliera solo de nuevo hacia alta mar, hambriento, feliz, aprendiendo.
El tema fue la velocidad, y en una semana de prácticas había aprendido más acerca de la velocidad que la más veloz de las gaviotas.
A una altura de trescientos metros, aleteando con todas sus fuerzas, se metió en un abrupto y flameante picado hacia las olas, y aprendió por qué las gaviotas no hacen abruptos y flameantes picados. En sólo seis segundos voló a cien kilómetros por hora, velocidad a la cual el ala levantada empieza a ceder.
Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia,
podremos descubrirnos como criaturas de perfección...
A medida que se hundía, una voz hueca y extraña resonó en su interior.
No hay forma de evitarlo. Soy Gaviota. Soy limitada por naturaleza.
Si estuviese destinado a aprender tanto sobre volar, tendría por cerebro cartas de navegación
UNA VEZ TRAS OTRA LE SUCEDIÓ LO MISMO. A pesar de todo su cuidado, trabajando al máximo de su habilidad, perdía el control a alta velocidad.
Subía a trescientos metros. Primero con todas sus fuerzas hacia arriba, luego inclinándose, hasta lograr un picado vertical. Entonces, cada vez que trataba de mantener alzada al máximo su ala izquierda, giraba violentamente hacia ese lado, y al tratar de levantar su ala derecha para equilibrarse, entraba, como un rayo, en una descontrolada barrena.
Tenía que ser mucho más cuidadoso al levantar esa ala. Diez veces lo intentó, y las diez veces, al pasar a más de cien kilómetros por hora, terminó en un montón de plumas descontroladas, estrellándose contra el agua.
Empapado, pensó al fin que la clave debía ser mantener las alas quietas a alta velocidad; aletear, se dijo, hasta setenta por hora, y entonces dejar las alas quietas.
Lo intentó otra vez a setecientos metros de altura, descendiendo en vertical, el pico hacia abajo y las alas completamente extendidas y estables desde el momento en que pasó los setenta kilómetros por hora. Necesitó un esfuerzo tremendo, pero lo consiguió. En diez segundos, volaba como una centella sobrepasando los ciento treinta kilómetros por hora. ¡Juan había conseguido una marca mundial de velocidad para gaviotas!
Pero el triunfo duró poco. En el instante en que empezó a salir del picado, en el instante en que cambió el ángulo de sus alas, se precipitó en el mismo terrible e incontrolado desastre de antes y, a ciento treinta kilómetros por hora, el desenlace fue como una explosión de dinamita. Juan Gaviota se desintegró y fue a estrellarse contra un mar duro como un ladrillo.
Era ya pasado el anochecer, cuando recobró el sentido, y se halló a la luz de la luna y flotando en el océano. Sus alas desgreñadas parecían lingotes de plomo, pero el fracaso le pesaba aún más sobre la espalda. Débilmente deseó que el peso fuera suficiente para arrastrarle al fondo, y así terminar con todo.
A medida que se hundía, una voz hueca y extraña resonó en su interior. No hay forma de evitarlo. Soy gaviota. Soy limitado por la naturaleza. Si estuviese destinado a aprender tanto sobre volar, tendría por cerebro cartas de navegación. Si estuviese destinado a volar a alta velocidad, tendría las alas cortas de un halcón, y comería ratones en lugar de peces. Mi padre tenía razón. Tengo que olvidar estas tonterías. Tengo que volar a casa, a la bandada, y estar contento de ser como soy: una pobre y limitada gaviota.
La voz se fue desvaneciendo y Juan se sometió. Durante la noche, el lugar para una gaviota es la playa y, desde ese momento, se prometió ser una gaviota normal. Así todo el mundo se sentiría más feliz.
Cansado se elevó de las oscuras aguas y voló hacia tierra, agradecido de lo que había aprendido sobre cómo volar a baja altura con el menor esfuerzo.
La luna y las luces centellando en el agua, trazando luminosos senderos en la oscuridad...
-PERO NO -pensó-. Ya he terminado con esta manera de ser, he terminado con todo lo que he aprendido. Soy una gaviota como cualquier otra gaviota, y volaré como tal.
Así es que ascendió dolorosamente a treinta metros y aleteó con más fuerza luchando por llegar a la orilla.
Se encontró mejor por su decisión de ser como otro cualquiera de la bandada. Ahora no habría nada que le atara a la fuerza que le impulsaba a aprender, no habría más desafíos ni más fracasos. Le resultó grato dejar ya de pensar, y volar, en la oscuridad, hacia las luces de la playa.
¡La oscuridad!, exclamó, alarmada, la hueca voz. ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad!
Juan no estaba alerta para escuchar. Es grato todo esto, pensó. La Luna y las luces centelleando en el agua, trazando luminosos senderos en la oscuridad, y todo tan pacífico y sereno...
¡Desciende! ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad! ¡Si hubieras nacido para volar en la oscuridad, tendrías los ojos de búho! ¡Tendrías por cerebro cartas de navegación! ¡Tendrías las alas cortas de un halcón!
Allí, en la noche, a treinta metros de altura, Juan Salvador Gaviota parpadeó. Sus dolores, sus resoluciones, se esfumaron.
¡Alas cortas! ¡Las alas cortas de un halcón!
¡Esta es la solución! ¡Qué necio he sido! ¡No necesito más que un ala muy pequeñita, no necesito más que doblar la parte mayor de mis alas y volar sólo con los extremos! ¡Alas cortas!
Subió a setecientos metros sobre el negro mar, y sin pensar por un momento en el fracaso o en la muerte, pegó fuertemente las antealas a su cuerpo, dejó solamente los afilados extremos asomados como dagas al viento, y cayó en picado vertical.
El viento le azotó la cabeza con un bramido monstruoso. Cien kilómetros por hora, ciento treinta, ciento ochenta y aún más rápido. La tensión de las alas a doscientos kilómetros por hora no era ahora tan grande como antes a cien, y con un mínimo movimiento de los extremos de las alas aflojó gradualmente el picado y salió disparado sobre las olas, como una gris bala de cañón bajo la Luna.
Entornó sus ojos contra el viento hasta transformarlos en dos pequeñas rayas, y se regocijó. ¡A doscientos kilómetros por hora! ¡Y bajo control! ¡Si pico desde mil metros en lugar de quinientos, ¿a cuánto llegaré...?
Olvidó las recientes resoluciones de hace un momento, arrebatadas por ese gran viento. Sin embargo, no se sentía culpable al romper las promesas que había hecho a sí mismo. Tales promesas existen solamente para las gaviotas que aceptan lo corriente. Uno que ha palpado la perfección en su aprendizaje no necesita esa clase de promesas.
Al amanecer, Juan Gaviota estaba practicando de nuevo. Desde dos mil metros los pesqueros eran puntos sobre el agua plana y azul, la Bandada de la Comida una débil nube de insignificantes motitas en circulación.
Estaba vivo, y temblaba ligeramente de gozo, orgulloso de que su miedo estuviera bajo control. Entonces, sin ceremonias, encogió sus antealas, extendió los cortos y angulosos extremos, y se precipitó directamente hacia el mar. Al pasar los dos mil metros, logró la velocidad máxima, el viento era una sólida y palpitante pared sonora contra la cual no podía avanzar con más rapidez. Ahora volaba recto hacia abajo a trescientos veinte kilómetros por hora. Tragó saliva, comprendiendo que se haría trizas si sus alas llegaban a desdoblarse a esa velocidad, y se despedazaría en un millón de partículas de gaviota. Pero la velocidad era poder, y la velocidad era gozo, y la velocidad era pura belleza.
Empezó su salida del picado a trescientos metros, los extremos de las alas batidos y borrosos en ese gigantesco viento, y en ese camino, el barco y la multitud de gaviotas se desenfocaban y crecían con la rapidez de una cometa.
No pudo parar; no sabía aún ni cómo girar a esa velocidad.
Una colisión sería la muerte instantánea.
Así es que cerró los ojos.
Sucedió entonces que esa mañana, justo después del amanecer, Juan Salvador Gaviota salió volando directamente en medio de la bandada de la comida marcando trescientos dieciocho kilómetros por hora, los ojos cerrados y en medio de un rugido de viento y plumas. La Gaviota de la Providencia le sonrió por esta vez, y nadie resultó muerto.
Cuando al fin apuntó su pico hacia el cielo azul, aun zumbaba a doscientos cuarenta kilómetros por hora. Al reducir a treinta y extender sus alas otra vez, el pesquero era una miga en el mar, mil metros más abajo.
Sólo pensó en el triunfo, ¡La velocidad máxima! ¡Una gaviota a trescientos veinte kilómetros por hora! Era un descubrimiento, el momento más grande y singular en la historia de la Bandada, y en ese momento una nueva época se abrió para Juan Gaviota. Voló hasta su solitaria área de prácticas, y doblando sus alas para un picado desde tres mil metros, se puso a trabajar en seguida para descubrir la forma de girar.
Se dio cuenta de que al mover una sola pluma del extremo de su ala una fracción de centímetro, causaba una curva suave y extensa a tremenda velocidad. Antes de haberlo aprendido, sin embargo, vio que cuando movía más de una pluma a esa velocidad, giraba como una bala de rifle. Y así fue Juan la primera gaviota de este mundo en realizar acrobacias aéreas.
No perdió tiempo ese día en charlar con las otras gaviotas, sino que siguió volando hasta después de la puesta del sol. Descubrió el rizo, el balance lento, el balance en punta, la barrena invertida, el medio rizo invertido.
¿Quién es más responsable que una gaviota
que ha encontrado y persigue un significado,
un fin más alto para la vida?
Durante mil años hemos escarbado tras las cabezas de los peces,
pero ahora tenemos una razón para vivir,
para aprender, ¡Para ser libres!
Su único pesar no era la soledad, sino que las otras gaviotas
se negasen a creer en la gloria que les esperaba...
CUANDO JUAN VOLVIÓ A LA BANDADA ya en la playa, era totalmente de noche. Estaba mareado y rendido. No obstante, y con verdadera satisfacción, dibujó un rizo para aterrizar y una vuelta rápida justo antes de tocar tierra. Cuando sepan, pensó, lo del descubrimiento, se pondrán locos de alegría. ¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! ¡En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, ¡hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!
Los años venideros susurraban y resplandecían de promesas.
Las gaviotas se hallaban reunidas en Sesión de Consejo cuando Juan tocó tierra, y parecía que habían estado así reunidas durante algún tiempo. Estaban, efectivamente, esperando.
-¡Juan Salvador Gaviota! ¡Ponte al Centro! -las palabras de la gaviota mayor sonaron con la voz solemne propia de las altas ceremonias. Ponerse en el centro sólo significaba gran vergüenza o gran honor. Situarse en el centro por honor, era la forma en que se señalaba a los jefes más destacados entre las gaviotas. Por supuesto, pensó, la bandada de la comida esta mañana vio el Descubrimiento. Pero yo no quiero honores. No tengo ningún deseo de ser líder. Sólo quiero compartir lo que he encontrado, y mostrar esos nuevos horizontes que nos están esperando. Y dio un paso al frente.
-Juan Salvador Gaviota -dijo la mayor-. ¡Ponte en el centro para tu vergüenza ante la mirada de tus semejantes!
Sintió como si le hubieran golpeado con un madero. Sus rodillas empezaron a temblar, sus plumas se combaron, y le zumbaban los oídos. ¿Al Centro para deshonrarme? ¡Imposible! ¡El descubrimiento! ¡No entienden! ¡Están equivocados! ¡Están equivocados!
-Por su irresponsabilidad temeraria -entonó la voz solemne-, al violar la dignidad y la tradición de la familia de las gaviotas...
Ser puesto en el centro por deshonor significaba que le expulsarían de la sociedad de las gaviotas, desterrado a una vida solitaria en los lejanos acantilados.
-Algún día, Juan Salvador Gaviota, aprenderás que la irresponsabilidad se paga. La vida es lo desconocido y lo irreconocible, salvo que hemos nacido para comer y vivir el mayor tiempo posible.
Una gaviota nunca replica al consejo de la bandada, pero la voz de Juan se hizo oír:
-¿Irresponsabilidad? ¡Hermanos míos! -gritó-. ¿Quién es más responsable que una gaviota que ha encontrado y que persigue un significado, un fin más alto para la vida? ¡Durante mil años hemos escarbado tras las cabezas de los peces, pero ahora tenemos una razón para vivir; para aprender, para descubrir; ¡para ser libres! Dadme una oportunidad, dejadme que os muestre lo que he encontrado.
La bandada parecía de piedra.
-Se ha roto la hermandad -entonaron juntas las gaviotas, y todas de acuerdo cerraron solemnemente sus oídos y le dieron la espalda.
JUAN SALVADOR GAVIOTA PASÓ EL RESTO DE SUS DÍAS SOLO, pero voló mucho más allá de los lejanos acantilados. Su único pesar no era su soledad, sino que las otras gaviotas se negasen a creer en la gloria que les esperaba al volar; que se negasen a abrir sus ojos y a ver.
Aprendía más cada día. Aprendió que un picado aerodinámico a alta velocidad podía ayudarle a encontrar aquel pez raro y sabroso que habitaba a tres metros bajo la superficie del océano: ya no le hicieron falta pesqueros ni pan duro para sobrevivir. Aprendió a dormir en el aire fijando una ruta durante la noche a través del viento de la costa, atravesando ciento cincuenta kilómetros de sol a sol. Con el mismo control interior, voló a través de espesas nieblas marinas y subió sobre ellas hasta cielos claros y deslumbradores... mientras las otras gaviotas yacían en tierra, sin ver más que niebla y lluvia. Aprendió a cabalgar los altos vientos tierra adentro, para regalarse allí con los más sabrosos insectos.
Lo que antes había esperado conseguir para toda la bandada, lo obtuvo ahora para si mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado. Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta, al desaparecer aquellas de su pensamiento, tuvo por cierto una vida larga y buena.
Richard Bach
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#24
E porque não conciliar poesia com motos ;-)
Soares Feitosa
E era [Porque, amor, o amor é de abismos.SF]
Absoluta certeza de que não:
emparelhara,
e como se tivesse visto,
ou como se nem,
e arrancou!
Ah, esses cavalos modernos,
só tropel e pó,
já num fôlego contra a montanha.
Como se fosse o mar,
e o mar defronte, profundos,
os olhos navegavam — pra onde?
Eram de ir, eram de vir?
Porque, amor, o amor é de abismos.
Ah, o mar, de explodir nas pedras,
ora marulho, doutras só espelho,
espelhavam
porque os meus, sumidos,
inteiramente nos teus e eram fundos:
seriam de ir, seriam de vir? — os teus olhos,
e eram fundos.
Vontade e desencontro:
Foi por ali,
ela teria dobrado?
Voltaria?
Por que não me disseste logo:
amor, aqui não, neste alpendre tosco,
os passantes, essas pessoas que nada;
vamos, vem, vamos, às maresias, lá me contaram,
duns passarinhos, sempre o mar,
saltitam a areia... eles são de ir, seriam de vir,
de tão branquinhos?
Disparou:
Um relincho súbito,
seria o coche da rainha
voltando e os arautos
seriam de ir, seriam de vir, aonde foram?
Não, não era ninguém!
É muito simples:
o desamor não tem disfarces.
É muito simples:
uma moto rapidíssima,
a moto, uma firmeza de flecha e aço,
as manoplas frementes, os joelhos em transe;
ah, essas motos modernas,
como gostaria de apalpá-las!,
de uns fios negros, mais uns de ouro;
outros, sanguíneos; na curva, tudo!,
uma inclinação bem funda,
vruuuummmmmm,
(a recusa!)
engolfando o horizonte.
Vem, amor, este o teu mar,
a ti, inteiro,
todo o meu naufrágio.
Fortaleza, madrugada alta, 13.10.1997
in http://www.secrel.com.br/jpoesia/feito48.html
Soares Feitosa
E era [Porque, amor, o amor é de abismos.SF]
Absoluta certeza de que não:
emparelhara,
e como se tivesse visto,
ou como se nem,
e arrancou!
Ah, esses cavalos modernos,
só tropel e pó,
já num fôlego contra a montanha.
Como se fosse o mar,
e o mar defronte, profundos,
os olhos navegavam — pra onde?
Eram de ir, eram de vir?
Porque, amor, o amor é de abismos.
Ah, o mar, de explodir nas pedras,
ora marulho, doutras só espelho,
espelhavam
porque os meus, sumidos,
inteiramente nos teus e eram fundos:
seriam de ir, seriam de vir? — os teus olhos,
e eram fundos.
Vontade e desencontro:
Foi por ali,
ela teria dobrado?
Voltaria?
Por que não me disseste logo:
amor, aqui não, neste alpendre tosco,
os passantes, essas pessoas que nada;
vamos, vem, vamos, às maresias, lá me contaram,
duns passarinhos, sempre o mar,
saltitam a areia... eles são de ir, seriam de vir,
de tão branquinhos?
Disparou:
Um relincho súbito,
seria o coche da rainha
voltando e os arautos
seriam de ir, seriam de vir, aonde foram?
Não, não era ninguém!
É muito simples:
o desamor não tem disfarces.
É muito simples:
uma moto rapidíssima,
a moto, uma firmeza de flecha e aço,
as manoplas frementes, os joelhos em transe;
ah, essas motos modernas,
como gostaria de apalpá-las!,
de uns fios negros, mais uns de ouro;
outros, sanguíneos; na curva, tudo!,
uma inclinação bem funda,
vruuuummmmmm,
(a recusa!)
engolfando o horizonte.
Vem, amor, este o teu mar,
a ti, inteiro,
todo o meu naufrágio.
Fortaleza, madrugada alta, 13.10.1997
in http://www.secrel.com.br/jpoesia/feito48.html
O fórum www.vstromportugal.com na internet
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#25
ELOGIO AO AMOR - Miguel Esteves Cardoso in "Jornal Expresso"
Quero fazer o elogio do amor puro. Parece-me que já ninguém se apaixona de verdade. Já ninguém quer viver um amor impossível. Já ninguém aceita amar sem uma razão. Hoje as pessoas apaixonam-se por uma questão de prática.
Porque dá jeito. Porque são colegas e estão ali mesmo ao lado.
Porque se dão bem e não se chateiam muito. Porque faz sentido. Porque é
mais barato, por causa da casa. Por causa da cama. Por causa das cuecas e das calças e das contas da lavandaria.
Hoje em dia as pessoas fazem contratos pré-nupciais, discutem tudo de
antemão, fazem planos e à mínima merdinha entram logo em "diálogo". O amor passou a ser passível de ser combinado. Os amantes tornaram-se sócios.
Reúnem-se, discutem problemas, tomam decisões. O amor transformou-se numa variante psico-sócio-bio-ecológica de camaradagem. A paixão, que devia ser desmedida, é na medida do possível. O amor tornou-se uma questão prática.
O resultado é que as pessoas, em vez de se apaixonarem de verdade, ficam "praticamente" apaixonadas.
Eu quero fazer o elogio do amor puro, do amor cego, do amor estúpido, do amor doente, do único amor verdadeiro que há, estou farto de conversas, farto de compreensões, farto de conveniências de serviço. Nunca vi namorados tão embrutecidos, tão cobardes e tão comodistas como os de hoje. Incapazes de um gesto largo, de correr um risco, de um rasgo de ousadia, são uma raça de telefoneiros e capangas de cantina, malta do "tá tudo bem,tudo bem", tomadores de bicas, alcançadores de compromissos, bananóides, borra-botas,
matadores do romance, romanticidas. Já ninguém se apaixona? Já ninguém aceita a paixão pura, a saudade sem fim, a tristeza, o desequilíbrio, o medo, o custo, o amor, a doença que é como um cancro a comer-nos o coração que nos canta no peito ao mesmo tempo?
O amor é uma coisa, a vida é outra. O amor não é para ser uma ajudinha.
Não é para ser o alívio, o repouso, o intervalo, a pancadinha nas costas,
a pausa que refresca, o pronto-socorro da tortuosa estrada da vida, o nosso "dá lá um jeitinho sentimental". Odeio esta mania contemporânea por sopas e descanso. Odeio os novos casalinhos. Para onde quer que se olhe, já não se vê romance, gritaria, maluquice, facada, abraços, flores. O amor fechou a loja. Foi trespassada ao pessoal da pantufa e da serenidade. Amor é amor.
É essa beleza. É esse perigo. O nosso amor não é para nos compreender, não é para nos ajudar, não é para nos fazer felizes. Tanto pode como não pode.
Tanto faz. É uma questão de azar. O nosso amor não é para nos amar, para nos levar de repente ao céu, a tempo ainda de apanhar um bocadinho de inferno aberto.
O amor é uma coisa, a vida é outra. A vida às vezes mata o amor. A
"vidinha" é uma convivência assassina. O amor puro não é um meio, não é um fim, não é um princípio, não é um destino. O amor puro é uma condição. Tem tanto a ver com a vida de cada um como o clima. O amor não se percebe. Não dá para perceber. O amor é um estado de quem se sente. O amor é a nossa alma. É a nossa alma a desatar. A desatar a correr atrás do que não sabe, não apanha, não larga, não compreende. O amor é uma verdade. É por isso que a ilusão é necessária. A ilusão é bonita, não faz mal. Que se invente e minta e sonhe o
que quiser. O amor é uma coisa, a vida é outra. A realidade pode matar, o amor é mais bonito que a vida. A vida que se lixe.
Num momento, num olhar, o coração apanha-se para sempre. Ama-se alguém.
Por muito longe, por muito difícil, por muito desesperadamente. O coração
guarda o que se nos escapa das mãos. E durante o dia e durante a vida,
quando não esta lá quem se ama, não é ela que nos acompanha - é o nosso amor, o amor que se lhe tem.
Não é para perceber. É sinal de amor puro não se perceber, amar e não se ter, querer e não guardar a esperança, doer sem ficar magoado, viver
sozinho, triste, mas mais acompanhado de quem vive feliz. Não se pode
ceder.
Não se pode resistir.
A vida é uma coisa, o amor é outra. A vida dura a vida inteira, o amor
não.
Só um mundo de amor pode durar a vida inteira. E valê-la também.
Quero fazer o elogio do amor puro. Parece-me que já ninguém se apaixona de verdade. Já ninguém quer viver um amor impossível. Já ninguém aceita amar sem uma razão. Hoje as pessoas apaixonam-se por uma questão de prática.
Porque dá jeito. Porque são colegas e estão ali mesmo ao lado.
Porque se dão bem e não se chateiam muito. Porque faz sentido. Porque é
mais barato, por causa da casa. Por causa da cama. Por causa das cuecas e das calças e das contas da lavandaria.
Hoje em dia as pessoas fazem contratos pré-nupciais, discutem tudo de
antemão, fazem planos e à mínima merdinha entram logo em "diálogo". O amor passou a ser passível de ser combinado. Os amantes tornaram-se sócios.
Reúnem-se, discutem problemas, tomam decisões. O amor transformou-se numa variante psico-sócio-bio-ecológica de camaradagem. A paixão, que devia ser desmedida, é na medida do possível. O amor tornou-se uma questão prática.
O resultado é que as pessoas, em vez de se apaixonarem de verdade, ficam "praticamente" apaixonadas.
Eu quero fazer o elogio do amor puro, do amor cego, do amor estúpido, do amor doente, do único amor verdadeiro que há, estou farto de conversas, farto de compreensões, farto de conveniências de serviço. Nunca vi namorados tão embrutecidos, tão cobardes e tão comodistas como os de hoje. Incapazes de um gesto largo, de correr um risco, de um rasgo de ousadia, são uma raça de telefoneiros e capangas de cantina, malta do "tá tudo bem,tudo bem", tomadores de bicas, alcançadores de compromissos, bananóides, borra-botas,
matadores do romance, romanticidas. Já ninguém se apaixona? Já ninguém aceita a paixão pura, a saudade sem fim, a tristeza, o desequilíbrio, o medo, o custo, o amor, a doença que é como um cancro a comer-nos o coração que nos canta no peito ao mesmo tempo?
O amor é uma coisa, a vida é outra. O amor não é para ser uma ajudinha.
Não é para ser o alívio, o repouso, o intervalo, a pancadinha nas costas,
a pausa que refresca, o pronto-socorro da tortuosa estrada da vida, o nosso "dá lá um jeitinho sentimental". Odeio esta mania contemporânea por sopas e descanso. Odeio os novos casalinhos. Para onde quer que se olhe, já não se vê romance, gritaria, maluquice, facada, abraços, flores. O amor fechou a loja. Foi trespassada ao pessoal da pantufa e da serenidade. Amor é amor.
É essa beleza. É esse perigo. O nosso amor não é para nos compreender, não é para nos ajudar, não é para nos fazer felizes. Tanto pode como não pode.
Tanto faz. É uma questão de azar. O nosso amor não é para nos amar, para nos levar de repente ao céu, a tempo ainda de apanhar um bocadinho de inferno aberto.
O amor é uma coisa, a vida é outra. A vida às vezes mata o amor. A
"vidinha" é uma convivência assassina. O amor puro não é um meio, não é um fim, não é um princípio, não é um destino. O amor puro é uma condição. Tem tanto a ver com a vida de cada um como o clima. O amor não se percebe. Não dá para perceber. O amor é um estado de quem se sente. O amor é a nossa alma. É a nossa alma a desatar. A desatar a correr atrás do que não sabe, não apanha, não larga, não compreende. O amor é uma verdade. É por isso que a ilusão é necessária. A ilusão é bonita, não faz mal. Que se invente e minta e sonhe o
que quiser. O amor é uma coisa, a vida é outra. A realidade pode matar, o amor é mais bonito que a vida. A vida que se lixe.
Num momento, num olhar, o coração apanha-se para sempre. Ama-se alguém.
Por muito longe, por muito difícil, por muito desesperadamente. O coração
guarda o que se nos escapa das mãos. E durante o dia e durante a vida,
quando não esta lá quem se ama, não é ela que nos acompanha - é o nosso amor, o amor que se lhe tem.
Não é para perceber. É sinal de amor puro não se perceber, amar e não se ter, querer e não guardar a esperança, doer sem ficar magoado, viver
sozinho, triste, mas mais acompanhado de quem vive feliz. Não se pode
ceder.
Não se pode resistir.
A vida é uma coisa, o amor é outra. A vida dura a vida inteira, o amor
não.
Só um mundo de amor pode durar a vida inteira. E valê-la também.
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