Sin embargo no abro esta entrada para hablar de fútbol o deporte en general sino para hablar de cómo es la gente en general, saco en el que me puedo meter yo mismo porque también fui cómplice de lo que os voy a relatar a continuación.
Este fin de semana, aprovechando mis días libres, me fui a Calafell, no a la playa precisamente pero bueno, me largué de Lleida. Estuve con mi tocayo Templario, con el que comparto la afición de las motos. Tranquilidad, cafecito en un buen garito y buen conversación y el resto del tiempo me lo pasé tirado en el sofá viendo las carreras de motos, tanto las de 125,250 y MotoGP como Superbikes (SBK) (Xaus, un portento).
Bueno, vayamos al meollo de la cuestión que me estoy yendo por los cerros de Úbeda.
De lo que quería hablar es de lo que denomino Operación Retorno o “vayamosatodaostiacasaaverelpartidodelaSelección“. Yo no es que tuviese prisa por volver a Lleida para ver el partido, lo podía haber visto perfectamente en Calafell, pero después de haber vagueado mucho, aparte de que hoy tenía que empezar a trabajar temprano, pues me decidí a hacer kilómetros a las 18.30. Craso error, todo el mundo mundial había pensado lo mismo y ya en el peaje de El Vendrell (el que está más cerca de la playa) tenía un tapón considerable.
Mi moto y yo estábamos empezando a sufrir una lipotimia, y lo que es peor, tras una hora de retención solo en este tramo la PelandusKa se trago a ralentí dos rayitas de combustible (que mal suena esto que he escrito). Una vez pasado el peaje seguía la cola, pero la moto llevaba un calentón encima (y o, como ya he dicho) por lo que me decidí a ir de ilegal, o mejor dicho, a hacer lo que todos los motoristas hacen: Adelantar por el arcén.
No me importaba que me multaran (aún no lo sé si lo han hecho o no) pero me estaba quedando sin gasolina y lo que es peor, me estaba poniendo malito por lo que ni corto ni perezoso fui unos pocos kilómetros por la derecha hasta llegar al desvío de Lleida, donde ya no había lío. Paré en el área de servicio de Alt Camp donde pillé un refrigerio y llené de combustible la moto.
El resto del camino lo hice demasiado rápido, quizás contagiado del ritmo del resto de vehículos que me acompañaban (posible nueva multa). Osea, un día peligroso para mi bolsillo.
En definitiva, miles de coches haciéndose tapón unos a otros y lo que es peor, poca gentileza y muy mala leche. Coches colándose en los carriles del peaje cuando quedaban cinco metros para llegar a la barrera, broncas, pitidos, gritos… y yo asándome de calor.
Ah, se me olvidaba, me tragué el partido entero y no pasó nada, quizás es momento ya de quitarme ese sentimiento de cenizo que suelo tener en los momentos importantes. O quizás fue un descanso de Murphy y su mala leche, quien sabe.