+1stormbringer escribió:
Quiero darte también las gracias porque a pesar de tener tu propio blog estás poniendo directamente aquí todas las vivencias de ese viaje, porque cada vez cuesta más ver este tipo de relatos ya que predominan enlaces a blogs, webs u otros espacios de internet.
Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
- RALPH
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#76 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
- TRUBI
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#77 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
y la macedonia???jejeje.me recuerda a las entregas de the walking dead k te dejan con la miel en los labios...un 10 de todas formas para tu viaje y la cronica
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#78 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Aquí esta ya, la última parte del viaje. Lo se soy un desastre con los plazos, pero me negareis que no le da intriga
La última etapa, los Balcanes han vuelto...
https://maps.google.es/maps?saddr=Meteo ... 11&t=m&z=9
Meteora, Grecia, 22º día
Amanece gris Y mojado. Pero no llueve. Y yo no tengo resaca. Y si muchas ganas de seguir. Y hoy es mi cumpleaños. Una frontera me espera. No se ni por que carretera seguir. Esto va justo como tiene que ir, muy bien.
Bajo a desayunar y me encuentro a los austriacos. Desayuno en compañía. Ayer conectamos, nos gustan las motos, los viajes, la cerveza... ¿Que más hace falta?
Walter se va a Thessaloniki a dejar a su mujer al aeropuerto, Wolfgang sigue dirección Macedonia y quedan en verse en la frontera. Yo también voy dirección a Macedonia, así que para allá que nos vamos los dos.
Dejamos atrás Meteora tras recorrer de nuevo sus maravillosas carreteras. El suelo sigue mojado, pero ya no me importa, me he acostumbrado, y no me corto con el gas. A Wolfgang parece que tampoco le importa demasiado. Abre camino con su tdm, y vamos a gusto al mismo ritmo.
La lluvia nos acecha y el gps nos desvía por la autovía para reencontrarnos en la frontera con Walter. Cuando llevamos 10 minutos Wolfgang se para en el arcén, me dice que pasa de más autovía, que la próxima salida coge carretera. Bien, cada vez me cae mejor.
Enlazamos una carretera con un pequeño puerto de montaña. A lo lejos las nubes parecen despejar y el suelo se ha secado. Perseguimos el claro de luz como dos poseídos pero el maldito no para de escabullirse hasta desvanecerse en un mar gris.
Paramos al mediodía y nos pedimos el cafecito de rigor. Estamos en un pequeño pueblo cuyo nombre no recuerdo. El centro esta infestado de bares y sus terrazas abarrotadas de estudiantes. Pido un café con leche y me traen una especie de cubalitro XXL con hielo picado y mucha nata, Frapé me indica el camarero. Lo que tu digas monstruo, eso en mi casa es un pedazo de trozo de cacho de vaso con nata y algo de “café” El caso es que está bueno.
Llamamos a Walter para decirle que mejor nos vemos en Veles, un pueblo de Macedonia donde se cruzan nuestras carreteras.
Estamos disfrutando como bellacos de las últimas carreteras griegas.
La frontera con Macedonia se cruza en un abrir y cerrar de ojos, papeles, mirada para certificar que somos otros tarados en moto mu lejos de casa y pa dentro.
Macedonia nos recibe con una ligera llovizna. Y una carretera estrecha y con pocas curvas, pero que me emociona como a un niño chico. Cada vez que cruzo una frontera me pasa, aunque no haya ni control, ni barrera ni na. Ya si hay control, barrera y sello en el pasaporte, ya la leche, me da un subidón del copón.
Atravesamos Bitola, bueno mejor dicho un suburbio de Bitola, y enlazamos con la carretera hacia Prilep. Voy siguiendo a Wolfgang y este a su gps. La carretera se estrecha y derrepente el asfalto malo se convierte en un adoquinado que me deja flipado. La vía es estrecha y justo pasan dos coches entre la vegetación. Wolfgang me mira alucinando. El también esta encantado y flipando en colores, es como haber vuelto siglos atrás.
Tras unos kilómetros el asfalto vuelve, pero es peor que el adoquinado. Vamos por una carretera destrozada, solo espero que vuelva el adoquinado, es mucho mejor que estos boquetes que amenazan con tragarnos. Y el adoquinado vuelve, y la vegetación se dispersa, y Wolfgang señala a mi izquierda. Una perfecta lengua negra de asfalto circula paralela a nosotros. Nos miramos con cara de tontos, y nos descojonamos. No veas, los aventureros del siglo, pensaban que estaban cruzando una carretera mágica, que macedonia estaba en la edad de piedra y resulta que solo se habían equivocado de carretera...
Pero esta tiene más encanto. Así que seguimos por ella un buen rato hasta que al final sin remedio nos desvía a la nueva.
Llegamos a Prilep. El gps nos indica una carretera aburrida, así que decidimos improvisar y nos metemos por una ruta más interesante, que según mi mapa de la antigua Yugoslavia, es una carretera amarilla y verde, vamos de las de curvas buenas y vistas maravillosas.
Y valla si encontramos curvas. Y vistas, Y tierra. Una bonita pista de tierra. La pista empieza ha ascender y curva tras curva se va rompiendo más y más. Las ruedas inchadas al máximo y el equipaje no se llevan bien, noto como las piedras saltan debajo de mis ruedas como si balas fuesen. Por suerte llevo el deposito en reserva y la moto pesa menos. ¿que? ¿reserva? Y además por lo que veo de hace un buen rato. Bien. Esto se pone interesante.
La pista esta cada vez peor, veo restos negros, como de asfalto, hace tiempo esto fue una carretera. Ahora no. Y sigue subiendo. Es la primera vez que me meto en una pista así, pero Sombra sube firme y segura, perfecta. Hasta que deja de subir, y la pista empieza a descender. Entonces es cuando empiezo a odiar el abs con toda mi alma, y donde empiezo a notar que esto pesa. La pantalla rebota como una loca de piedra en piedra.
Suavemente, las rocas van desapareciendo hasta volverse de nuevo tierra compacta. Ahora si, aquí si que se va a gusto. Hacemos una paradita a disfrutar de las vistas, del camino, del bosque. Seguimos con nuestras sonrisa permanente. Y al final, el asfalto vuelve. Y con eso la velocidad, y tumbar en las curvas, y mi sonrisa amenaza con romperme las mejillas. Hasta que llegamos a Veles. ¡La gasolina! Recuerdo, apenas me queda.
No encontramos a Walter. Mientras le llamamos se nos acercan 4 hombres. Uno de ellos habla inglés y enseguida viene a preguntarnos sobre las motos. Le gustan las motos dice. Nos hace de interprete. Flipan con que vengamos desde España y Austria. Pero les gusta que queramos conocer Macedonia.
Al fin contactamos con Walter. Quedamos con él en la entrada de Skopje, la capital, él se ha adelantado y esta buscando algún sitio para dormir.
Nos despedimos de nuestros nuevos amigos, y cuando voy a arrancar, Sombra no arranca, ¿como? Veo la mirada de pavor en Wolfgang, me entra una risilla nerviosa, meneo un poco la moto, llega la gasolina a la inyección y arranca a la tercera. Nuestros colegas nos indican la gasolinera más cercana. Gente buena. Siempre.
Por fín con el deposito lleno, ponemos rumbo a Skopje. Wolfgang me mira con cara de niño travieso y me dice que tenemos dos opciones, autovía o carretera divertida. Estos moteros... si es que somos como niños, siempre queremos más.
Y otra vez nos la comemos con papas. Pista de tierra aboqueteada como si la hubiesen bombardeado. A Wolfgang no le hace tanta gracia esta vez, el atardecer nos esta cogiendo, y hace ya tiempo que su amigo Walter esta esperándonos. Yo en cambio sigo encantado con la idea de seguir por pista, me está gustando el asunto.
Unos kilómetros después, giramos una curva a izquierdas y en una leve pendiente nos encontramos un gran montón de barro que ocupa todo el camino. Resbala como su pu*a madre. Paso yo primero. Voy despacio por el lado. Llevaré como 15 metros cuando empiezo a resbalar de verdad. Intento enderezarla, pero al final no puedo y me toca poner pie a tierra. Y sombra se tumba. Esta cansada dice. Cualquiera le dice que no, cuando se pone borrica no hay quien la coja.
Estoy disfrutando como un cochino. En el barro. Poco después encontramos la salida a la carretera y media hora después nos plantamos en Skopje. Encontramos a Walter en la primera gasolinera.
Walter a encontrado hotel, bueno bonito, barato. co*onudo. Tras una merecida ducha encontramos un barecillo en el que nos sirven unas jarras de deliciosa cerveza helada, una gigantesca ensalada y salchichas picantes. Wolfgang y yo estamos completamente satisfechos. Ha sido un día de viaje alucinante. 400 kilómetros de paisajes preciosos, lluvia, sol, carreteras rápidas, puertos de montaña, tierra, piedras, barro, bosque y gente maravillosa.
Y todavía me queda una sorpresa. El camarero me trae un bizcocho con una vela a modo de tarta de cumpleaños, y mis colegas, y nuestro nuevo amigo, el camarero, me cantan el cumpleaños feliz. Además me invitan a cenar, y el camarero a los cafés. Wolfgang me cuenta, que en el bar no tenian tartas y el camarero se ha ofrecido a ir a un super a comprarla, y además encantado de hacerlo. Macedonia enamora.
Me voy a dormir, medio borracho, y absolutamente agotado. Cojo el móvil, me conecto al Wifi para contestar a la familia Hoy ha sido uno de los mejores días de viaje. Nos soy capaz de terminar de leer los mensajes. El móvil cae sobre mi cara y mis ojos se cierran. Me duermo feliz. Siempre recordaré mi 25 cumpleaños.
Amanece, y otra vez me encuentro entusiasmaaado. El mejor desayuno de todos espera. Zumo, tostadas, embutidos, mermeladas, quesos, huevos revueltos, cereales, leche, muesli, café... Un sin fin...
Wolgang y Walter siguen rumbo Kosovo, para después coger la carretera que les llevará a Albania. Yo me quedo para ver un poco Skopje, y después la carretera dirá. Antes de irse Walter me regala su diccionario de viaje, donde cualquier cosa que puedas necesitar la puedes encontrar en imágenes. Mi regalo de cumpleaños dice. Yo solo puedo darles un abrazo. No se lo esperan. Gente increíble. Siempre.
Macedonia, la tierra de Alejandro Magno, o eso dicen. A los Griegos eso no les hace mucha gracia, Alexander the Great es suyo defienden ellos. Sea como fuere, uno de los monumentos más orteras que he visto en mi vida se encuentra en Skopje. Se alza amenazante con su espada apuntando a Grecia, casualidades... Los leones lanzan agua por la boca. El detalle final a tan magna obra de mal gusto. Alejandro Magno, luce dorado al sol. Y grande es.
Recorro sus calles buscando una pegatina con la bandera de Macedonia. Un sol amarillo sobre fondo rojo. No aparece por ningún lado. Me meto en un mercadillo gigantesco a las orillas del río. Solo veo chatarra amontonada sobre sucias mantas. Pero no veo ninguna pegatina. Subo a la fortaleza, pero no se puede entrar. Asqueado por el calor y mi infructuosa búsqueda decido ponerme en marcha y salgo de la ciudad dirección norte.
En apenas unos kilómetros me encuentro con la frontera. Me tengo que hacer un seguro, pues la carta verde no sirve aquí. Quince euros para una semana. No tienen para un solo día 20 minutos después estoy ya en Kosovo.
La carretera principal esta abarrotada, pero es buena, y aburrida. Me cruzo con decenas de coches de las naciones unidas. Cruzo polígonos, y la primera sensación que tengo es de actividad. Todo esta en marcha, como si se estuviese trabajando frenéticamente para levantar un país para ayer. Me cruzo con patrullas de soldados polacos, alemanes y gendarmes franceses. Las gasolineras son nuevas. En el arcén de la carretera veo a dos personas recogiendo plásticos. Todavía se conservan las señales para los tanques.
Sigo la recta y aburrida carretera hasta Pristina. Hace mucho calor, es pronto, y yo tengo ganas de seguir. No veo nada que me llame la atención. Bueno sí. Muchas banderas alemanas. Y albanesas.
Paro a poner gasolina. El dueño habla inglés. Al saber que soy español tuerce el labio y se pone un poco borde (España no ha reconocido a Kosovo como nación independiente, por razones obvias). Yo le sonrío como hago siempre. Acto seguido ve la pegatina de Albania que llevo en la moto y su cara cambia, una sonrisa se le dibuja en el rostro y a partir de ahí se suelta. Me habla de que los alemanes si los han reconocido como nación, de ahí que este tan de moda todo lo alemán. En el colegio los niños aprenden alemán me dice. Ahora todo lo alemán es bueno. Al final llegamos a la conclusión de siempre. La gente es buena, hasta los españoles, acaba admitiendo, aunque no sus políticos (en eso estamos de acuerdo).
Al final, una sonrisa siempre gana.
Sin darme cuenta llego a la frontera con Serbia. Aquí se nota más tensión. Los alemanes la ocupan para mediar con Serbia. Alambradas y soldados armados. Me atiende un funcionario alemán en un perfecto español. De donde vengo, a donde voy. Ni un comentario acerca del fútbol. Muy correcto. Muy educado. Muy alemán.
En el lado serbio no tienen ni barrera. Los funcionarios están apostados en mitad de la carretera, a un lado los barracones prefabricados, eso es todo lo que hay. Me hacen parar a un lado. Coge mi documentación y me dice que espere. Mientras, a mi lado no dejan pasar a dos turcos. Van en un mercedes de alta gama y no entienden porque no les dejan pasar. Los funcionarios les dicen que vuelvan por donde han venido.. Por aquí no les dejan pasar. Después de 15 minutos de observar como los turcos lo intentan todo para poder seguir, me devuelven mis papeles. Yo si que puedo seguir. Y ya estoy en Serbia. Otra vez tres países en un día. Suena ridículo.
Serbia me recibe con un asfalto parcheado, un guardarraíl oxidado, y basura, mucha basura en el arcén. Se nota que aquí no llega la ayuda económica de la UE.
Me dirijo al monasterio de Studenica, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. Descubro una Serbia boscosa y una carretera retorcida me lleva hasta mi destino. Disfruto como un enano del camino.
Studenica me sorprende. Es una fortificación que me traslada inmediatamente a libros de fantasía. Me siento a las puertas de Invernalia con su alta torre, observándome.
En su interior dos iglesias repletas de frescos, un cartel de prohibido hacer fotos y yo. Nadie más. Se respira una paz especial. Se respira aire fresco y silencio. Mucho silencio.
De nuevo en la carretera sigo disfrutando de Serbia. Me recuerda a Bosnia. Paisajes escarpados, ríos y montañas. Sigo en mi particular burbuja de felicidad cuando me doy cuenta de que el sol esta empezando a ponerse. Llego a Kragujevac. Es de noche. Error.
Me pongo a buscar hoteles. Sigo las señales que encuentro por la ciudad. Que estén en cirílico no ayuda. Encuentro un hotel. Se me va de presupuesto. Sigo buscando. Sigo las señales. Encuentro un descampado. Encuentro una urbanización y un callejón oscuro. Pero ningún hotel. Pregunto. Pero no me lleva a ningún hotel. Después de hora y media buscando decido dejar la ciudad, buscar un pequeño camino e intentar acampar.
Casualidades de la vida la pequeña carretera que cojo me lleva a un hotel. Parece caro. Pero no lo es. A veces las apariencias engañan. Desde mi habitación puedo ver la moto. Por poco tiempo. Me tumbo en la cama después de cenar e instantáneamente me duermo. Adiós problemas de insomnio, desde que estoy de viaje duermo como hacia tiempo que no lo hacía.
Amanece y vuelvo a estar ansioso por seguir. Pongo rumbo a Belgrado. La ruta de hoy es corta, apenas 130 km. Empiezo sobrevolando unos campos de maíz a ritmo de Metallica. Me vuelvo a emocionar sin saber por que. Piel de gallina, ojos brillantes. Por que sí. Me sienta bien.
A 50 km de Belgrado la carretera se congestiona. Va llena de viejos camiones que provocan grandes caravanas. Y así entre un denso humo de camión llego a Belgrado.
Empiezo mi protocolo habitual. Buscar casco antiguo o estación de trenes para encontrar el punto de información turística para que me den un listado de hosteles y un mapa.
Salgo de la estación de trenes con mi mapa y unos cuantas direcciones. Voy al hostel más cercano. La calle esta en cuesta, es zona de pago y es imposible aparcar a Sombra en ningún lado. Me paro a buscar otra dirección cuando se para una moto a mi lado. Es una diversión moderna con dos chicas encima. Me preguntan si necesito algo. Les explico que busco. La chica que va de paquete saca su móvil acto seguido y hace un par de llamadas. Tenemos un hostel para ti, sígueme.
Sígueme dice, ella mete su pequeña diversión entre todos los coches y huecos que ve, como una energúmena. La sigo todo lo rápido que puedo, con las maletas cargadas. Por suerte (casi de milagro) llego vivo y sin haber rascado tan siquiera una maleta. Suben conmigo al hostel. Esta lleno. Pero me encuentran otro calle abajo. Bueno, bonito, barato. Ellas se tienen que ir pero nos damos los números y quedamos en vernos por la noche. Buena gente. Lo que yo te diga, siempre.
Es pronto, apenas la hora de comer, así que dedico el día al turismo. Visito la fortaleza de Belgrado, Kalemegdan, a los pies del Danubio. Camino por sus parques. Me gusta lo que veo. Hay mucha vida en la calle.
Me encuentro con el antiguo edificio del Ministerio de Defensa, que fue bombardeado por la Otan durante la guerra. Escalofriante.
Durante el día a hecho mucho calor y ahora el cielo se esta cerrando hasta que al final, me la vuelve a liar. Me tiene frito ya, y vuelve a llover. Y llueve toda la noche. Así que me quedo en el hostel a hacerme una cenita casera. Primera vez que cocino en tres semanas. Y conozco a Mark y a Ana (americano y argentina que viven en Alemania). Compartimos cena, historias y lluvia tras los cristales, me siento en casa.
Amanece lloviendo y decido quedarme un día más. No me apetece tragarme un día de aburrida autovía bajo la lluvia. Paso el día por Belgrado. Como en una antigua tasca, frente a la catedral. Pimientos rellenos, como en casa. La lluvia no cesa.
Quedo con las chicas que me ayudaron ayer, Alexandra y Joanna. Me invitan a un chocolate caliente. Son estudiantes y se van en unas semanas a Barcelona. Les encanta España aunque todavía no hayan estado.
Vuelvo al hostel y me tomo un café turco (son gratis en el hostel, me pongo hasta el culo) con Mark y Ana. La recepcionista nos habla de Serbia, de Bosnia y de Eslovenia, de la guerra y de las estupideces que somos capaces de hacer. Poco más de una década ha pasado, la guerra todavía esta demasiado presente. La lluvia sigue mojando la noche serbia.
Vuelvo a quedar con Alexandra y Joanna. Me quieren enseñar su bebida nacional, el Rakia. Es una especie de grappa italiana o orujo, y la destilan de ciruelas, típicamente, pero tienen infinidad de variedades (melocotón, uva, albaricoque, con rosas, con miel, lo que quieras). Es fuerte, 40% del acohol, incluso un 60%, pero caen más de dos y de tres. O más. Y birras. Eso me gusta más.
Alexandra me cuenta que las motos son cuestión de familia, su padre le enseñó, y su hermana pequeña lleva una suzuki dr big, mítica. Dice que no se atreve a viajar con la moto, aunque en el fondo se nota que le pica un poco el gusanillo, hasta mira a Sombra con ojos golosos, pero no se atreve a conducirla, dice que es demasiado alta para ella.
Esta vez tampoco me dejan pagar. Me han ayudado desde el primer momento, me han encontrado alojamiento, me han enseñado parte de la vida en Belgrado, me han dedicado su tiempo y su atención y tan siquiera me han dejado invitarlas a una triste birra. Gente enorme siempre, abren sus brazos al loco solitario. Quedamos en que en España, va de mi cuenta.
Amanece pronto, y soleado. Me despido de Ana y de Mark. Cargo la moto y antes de salir, desayuno en una pequeña panadería. La mujer me sonríe ampliamente cuando me equivoco de monedas al pagar. Su sonrisa me llena de alegría. Belgrado me ha acogido como si de mi casa se tratase. Empiezo a sentir lastima por irme tan pronto. Pero sigue habiendo algo dentro de mi que me empuja un día más.
Salgo por la autovía con dirección a Croacia, mi destino último del día es Liublana, la capital de Eslovenia. Mi amiga Aja me espera en su casa, y ya hace días que le había dicho que estaba llegando.
En la última gasolinera de Serbia me encuentro a un tipo alto, engominado, viste traje y lleva un manos libre en el oído. Me mira de reojo mientras rebusco algo en lo que malgastar mis últimas monedas serbias. Al final se decide, me saluda y me dice que es el chófer de la furgoneta amarilla que esta fuera, que por la autovía les he adelantado y ha visto que soy español. Iniesta, Piqué, Xavi, Puyol... sigue así su retaila. Pongo rumbo a la frontera. Se pasa rápido esta es la tercera vez que cruzo la frontera croata en este viaje.
Media hora más tarde, una furgoneta amarilla me adelanta y se pone delante. Espera que le adelante. Le paso y mi amigo y toda la gente de la furgoneta me saludan efusivamente. Se repite la maniobra dos veces más. Me adelantan, aminoran la velocidad, adelanto y saludos. A la tercera se da por satisfecho y pone la directa. Yo me quedo a mis 120. Y a esa velocidad me invade un triste sentimiento, ese que te llena cuando algo grande termina. Esa triste felicidad de que el viaje esta terminando. Todavía me quedan más de 2000 km y varios días, y hoy, justo ahora, para mi, el viaje esta terminando. Será la autovía, hace mucho que la evitaba. O será dejar atrás un país que me ha echo sentir en casa. O quizás el saber donde dormiré hoy. No lo se, en realidad que más da, así lo siento, eso es todo.
Y así, con la sensación de estar llegando a casa. Al final llego a casa. O a Eslovenia, lo mismo da. Otra vez tres países (parece ya una fijación, lo juro, es sin querer) y otra frontera rápida. Y derrepente estoy en Suiza. Todo es verde. Y ordenado. Y limpio. Y también hay que comprar la viñete para circular por autovías Y no me doy cuenta otra vez hasta que ya es tarde. Así que sigo. Y al fin llego a casa de Aja. Y me reciben con los brazos abiertos. Y con la antigua habitación de su hermana pequeña. Y con un edredón de ositos y estrellas brillantes en el techo. Y con caldos caseros y carnes sabrosas. Y yo vuelvo a estar en casa.
Tal es el punto que acabo quedándome cuatro días.
Veo los lagos de Bled y Bohinj al norte de Eslovenia, a unos 70 km de Liubliana. Son preciosos y la carretera es un sueño. Conduzco de noche, pero los faros de sombra convierten la noche en día. Una auténtica gozada.
Salgo de fiesta. Voy a un cumpleaños. Pruebo las comidas típicas de domingo. Disfruto de la ciudad. De su gente. De sus cervezas. Disfruto, sencillamente disfruto cuatro días como si fuese un esloveno más.
Pero al final resulta que no lo soy, y la mañana del cuarto día, me voy. Me despido de mi familia porque así es como me han echo sentir, y pongo rumbo a España.
Me quedan dos países que cruzar y más de mil quinientos kilómetros Dejo Eslovenia atrás en apenas una hora. Y entro en las autovías Italianas. Hace sol, así que acelerador si miedo. Bordeo Venecia, Brescia y la autovía me lanza hacia Génova.
En 200 kilómetros he visto dos caravanas paradas en el arcén con una rueda destrozada, y el neumático de una furgoneta ha reventado y se ha desecho en mil pedazos a apenas 200 metros de mí. Si viajáis en caravana, ¡ojo a las ruedas!
Antes de llegar a Génova, el cielo se cubre y sin tiempo de ponerme el impermeable, se raja como si fuese un toldo lleno de agua y me cae encima una de las peores lluvias que he visto jamás en moto (no será la peor). 15 segundos he tardado en tener empapados hasta los higadillos. 15 km después encuentro una gasolinera y paro. Imposible seguir así. Los camiones desbordan agua y no se ven ni los carriles. He llegado a ir a 60 de lo poco que veía.
Media hora después puedo seguir camino. Pese a que la lluvia sigue y el viento ha empezado a azotar, este tramo de autovía es asombroso. Es una secuencia de decenas de túneles y puentes con el mar como fondo. Es sin duda, la autovía más alucinante que he visto jamás. Si no hiciese viento sería la po**a en verso.
Al final, a la lluvia y al viento se les suma la noche. A la altura de San Remo paro a buscar refugio, y me meto en el hotel más chustero que encuentro. Doy un paseo por la ciudad y el paseo marítimo. Disfruto de mi última noche fuera de casa. Mañana se acaba. Así que aprovecho y me meto una pizza co*onuda entre pecho y espalda de esas que solo los italianos saben hacer.
Amanece. Me siento raro. Rumbo a casa, no sin antes hacer la paradita de rigor en Mónaco, ya que paso por aquí. Foto al casino, a la curva mítica, paso por el túnel y ahora si que sí nada me detendrá. Ni los cientos de Ferraris, Aston Martins y demás que pueblan sus calles. Ni los cientos de peajes que pueblan las autovías francesas. Ni la lluvia (o sí lluvia, que raro). Ni aunque se me rompa el traje de agua y lo tenga que apañar a cinta americana. Ni el viento en la Junquera. Nada. Otra vez. Tres países (es sin querer, lo juro).
Y llego a Barcelona. 750 km más. Ahora sí. Se acabó el viaje. Voy a casa de Mire, que me acoje a birritas, como ella sabe que nos gusta. Y aquí decido quedarme dos días. En compañía de grandes amigos. Dos días más de evitar. Dos días más de disfrutar. Pero al final, por mucho que uno no quiera, todo tiene un fin. Y este viaje también. Como todas las cosas buenas.
Salgo de Barcelona a las 6 de la tarde. No me preocupa ya la noche. 350 km de conocida autovía ahora son un paseo. Vuelvo a casa. Ya no hay “aventura”... Iluso de mí...
30 km quedan para Valencia. Paro a repostar. Son las 9 de la noche. La lluvia empieza a ser fuerte. Mucho más de lo que esperaba. El viento es desconcertante. Jamás había visto una cosa así. Menos todavía en la casi tropical Valencia. Los últimos 10 kilómetros voy realmente asustado. Tiene co*ones. 10.000 km, y a 10 de casa la peor tormenta de toda mi vida motera.
Pero llego a casa. Dos horas después los contenedores de basura flotan calle abajo. 80 litros por metro cuadrado y 70 km/h de viento. Me he librado por los pelos. Aventura a dos minutos de casa. Y yo estoy feliz.
6 meses han pasado desde que acabé el viaje. 6 meses he tardado en procesar las fotos y escribir estos breves y mediocres textos. 6 meses me ha costado asimilar todo lo vivido. Ha sido un viaje sencillo, cómodo, por países amables de gentes maravillosas. No ha sido un viaje de aventura y dificultades, aunque las haya habido. Pero me ha cambiado. Para siempre. El soniquete de viajar que antes susurraba en mi cabeza, ahora se ha convertido en un estruendo, en una obsesión. Un corto mes, ha sido como toda una vida de experiencias. Ahora solo espero una cosa...
La próxima oportunidad para volver a salir a comerme el mundo.
La última etapa, los Balcanes han vuelto...
https://maps.google.es/maps?saddr=Meteo ... 11&t=m&z=9
Meteora, Grecia, 22º día
Amanece gris Y mojado. Pero no llueve. Y yo no tengo resaca. Y si muchas ganas de seguir. Y hoy es mi cumpleaños. Una frontera me espera. No se ni por que carretera seguir. Esto va justo como tiene que ir, muy bien.
Bajo a desayunar y me encuentro a los austriacos. Desayuno en compañía. Ayer conectamos, nos gustan las motos, los viajes, la cerveza... ¿Que más hace falta?
Walter se va a Thessaloniki a dejar a su mujer al aeropuerto, Wolfgang sigue dirección Macedonia y quedan en verse en la frontera. Yo también voy dirección a Macedonia, así que para allá que nos vamos los dos.
Dejamos atrás Meteora tras recorrer de nuevo sus maravillosas carreteras. El suelo sigue mojado, pero ya no me importa, me he acostumbrado, y no me corto con el gas. A Wolfgang parece que tampoco le importa demasiado. Abre camino con su tdm, y vamos a gusto al mismo ritmo.
La lluvia nos acecha y el gps nos desvía por la autovía para reencontrarnos en la frontera con Walter. Cuando llevamos 10 minutos Wolfgang se para en el arcén, me dice que pasa de más autovía, que la próxima salida coge carretera. Bien, cada vez me cae mejor.
Enlazamos una carretera con un pequeño puerto de montaña. A lo lejos las nubes parecen despejar y el suelo se ha secado. Perseguimos el claro de luz como dos poseídos pero el maldito no para de escabullirse hasta desvanecerse en un mar gris.
Paramos al mediodía y nos pedimos el cafecito de rigor. Estamos en un pequeño pueblo cuyo nombre no recuerdo. El centro esta infestado de bares y sus terrazas abarrotadas de estudiantes. Pido un café con leche y me traen una especie de cubalitro XXL con hielo picado y mucha nata, Frapé me indica el camarero. Lo que tu digas monstruo, eso en mi casa es un pedazo de trozo de cacho de vaso con nata y algo de “café” El caso es que está bueno.
Llamamos a Walter para decirle que mejor nos vemos en Veles, un pueblo de Macedonia donde se cruzan nuestras carreteras.
Estamos disfrutando como bellacos de las últimas carreteras griegas.
La frontera con Macedonia se cruza en un abrir y cerrar de ojos, papeles, mirada para certificar que somos otros tarados en moto mu lejos de casa y pa dentro.
Macedonia nos recibe con una ligera llovizna. Y una carretera estrecha y con pocas curvas, pero que me emociona como a un niño chico. Cada vez que cruzo una frontera me pasa, aunque no haya ni control, ni barrera ni na. Ya si hay control, barrera y sello en el pasaporte, ya la leche, me da un subidón del copón.
Atravesamos Bitola, bueno mejor dicho un suburbio de Bitola, y enlazamos con la carretera hacia Prilep. Voy siguiendo a Wolfgang y este a su gps. La carretera se estrecha y derrepente el asfalto malo se convierte en un adoquinado que me deja flipado. La vía es estrecha y justo pasan dos coches entre la vegetación. Wolfgang me mira alucinando. El también esta encantado y flipando en colores, es como haber vuelto siglos atrás.
Tras unos kilómetros el asfalto vuelve, pero es peor que el adoquinado. Vamos por una carretera destrozada, solo espero que vuelva el adoquinado, es mucho mejor que estos boquetes que amenazan con tragarnos. Y el adoquinado vuelve, y la vegetación se dispersa, y Wolfgang señala a mi izquierda. Una perfecta lengua negra de asfalto circula paralela a nosotros. Nos miramos con cara de tontos, y nos descojonamos. No veas, los aventureros del siglo, pensaban que estaban cruzando una carretera mágica, que macedonia estaba en la edad de piedra y resulta que solo se habían equivocado de carretera...
Pero esta tiene más encanto. Así que seguimos por ella un buen rato hasta que al final sin remedio nos desvía a la nueva.
Llegamos a Prilep. El gps nos indica una carretera aburrida, así que decidimos improvisar y nos metemos por una ruta más interesante, que según mi mapa de la antigua Yugoslavia, es una carretera amarilla y verde, vamos de las de curvas buenas y vistas maravillosas.
Y valla si encontramos curvas. Y vistas, Y tierra. Una bonita pista de tierra. La pista empieza ha ascender y curva tras curva se va rompiendo más y más. Las ruedas inchadas al máximo y el equipaje no se llevan bien, noto como las piedras saltan debajo de mis ruedas como si balas fuesen. Por suerte llevo el deposito en reserva y la moto pesa menos. ¿que? ¿reserva? Y además por lo que veo de hace un buen rato. Bien. Esto se pone interesante.
La pista esta cada vez peor, veo restos negros, como de asfalto, hace tiempo esto fue una carretera. Ahora no. Y sigue subiendo. Es la primera vez que me meto en una pista así, pero Sombra sube firme y segura, perfecta. Hasta que deja de subir, y la pista empieza a descender. Entonces es cuando empiezo a odiar el abs con toda mi alma, y donde empiezo a notar que esto pesa. La pantalla rebota como una loca de piedra en piedra.
Suavemente, las rocas van desapareciendo hasta volverse de nuevo tierra compacta. Ahora si, aquí si que se va a gusto. Hacemos una paradita a disfrutar de las vistas, del camino, del bosque. Seguimos con nuestras sonrisa permanente. Y al final, el asfalto vuelve. Y con eso la velocidad, y tumbar en las curvas, y mi sonrisa amenaza con romperme las mejillas. Hasta que llegamos a Veles. ¡La gasolina! Recuerdo, apenas me queda.
No encontramos a Walter. Mientras le llamamos se nos acercan 4 hombres. Uno de ellos habla inglés y enseguida viene a preguntarnos sobre las motos. Le gustan las motos dice. Nos hace de interprete. Flipan con que vengamos desde España y Austria. Pero les gusta que queramos conocer Macedonia.
Al fin contactamos con Walter. Quedamos con él en la entrada de Skopje, la capital, él se ha adelantado y esta buscando algún sitio para dormir.
Nos despedimos de nuestros nuevos amigos, y cuando voy a arrancar, Sombra no arranca, ¿como? Veo la mirada de pavor en Wolfgang, me entra una risilla nerviosa, meneo un poco la moto, llega la gasolina a la inyección y arranca a la tercera. Nuestros colegas nos indican la gasolinera más cercana. Gente buena. Siempre.
Por fín con el deposito lleno, ponemos rumbo a Skopje. Wolfgang me mira con cara de niño travieso y me dice que tenemos dos opciones, autovía o carretera divertida. Estos moteros... si es que somos como niños, siempre queremos más.
Y otra vez nos la comemos con papas. Pista de tierra aboqueteada como si la hubiesen bombardeado. A Wolfgang no le hace tanta gracia esta vez, el atardecer nos esta cogiendo, y hace ya tiempo que su amigo Walter esta esperándonos. Yo en cambio sigo encantado con la idea de seguir por pista, me está gustando el asunto.
Unos kilómetros después, giramos una curva a izquierdas y en una leve pendiente nos encontramos un gran montón de barro que ocupa todo el camino. Resbala como su pu*a madre. Paso yo primero. Voy despacio por el lado. Llevaré como 15 metros cuando empiezo a resbalar de verdad. Intento enderezarla, pero al final no puedo y me toca poner pie a tierra. Y sombra se tumba. Esta cansada dice. Cualquiera le dice que no, cuando se pone borrica no hay quien la coja.
Estoy disfrutando como un cochino. En el barro. Poco después encontramos la salida a la carretera y media hora después nos plantamos en Skopje. Encontramos a Walter en la primera gasolinera.
Walter a encontrado hotel, bueno bonito, barato. co*onudo. Tras una merecida ducha encontramos un barecillo en el que nos sirven unas jarras de deliciosa cerveza helada, una gigantesca ensalada y salchichas picantes. Wolfgang y yo estamos completamente satisfechos. Ha sido un día de viaje alucinante. 400 kilómetros de paisajes preciosos, lluvia, sol, carreteras rápidas, puertos de montaña, tierra, piedras, barro, bosque y gente maravillosa.
Y todavía me queda una sorpresa. El camarero me trae un bizcocho con una vela a modo de tarta de cumpleaños, y mis colegas, y nuestro nuevo amigo, el camarero, me cantan el cumpleaños feliz. Además me invitan a cenar, y el camarero a los cafés. Wolfgang me cuenta, que en el bar no tenian tartas y el camarero se ha ofrecido a ir a un super a comprarla, y además encantado de hacerlo. Macedonia enamora.
Me voy a dormir, medio borracho, y absolutamente agotado. Cojo el móvil, me conecto al Wifi para contestar a la familia Hoy ha sido uno de los mejores días de viaje. Nos soy capaz de terminar de leer los mensajes. El móvil cae sobre mi cara y mis ojos se cierran. Me duermo feliz. Siempre recordaré mi 25 cumpleaños.
Amanece, y otra vez me encuentro entusiasmaaado. El mejor desayuno de todos espera. Zumo, tostadas, embutidos, mermeladas, quesos, huevos revueltos, cereales, leche, muesli, café... Un sin fin...
Wolgang y Walter siguen rumbo Kosovo, para después coger la carretera que les llevará a Albania. Yo me quedo para ver un poco Skopje, y después la carretera dirá. Antes de irse Walter me regala su diccionario de viaje, donde cualquier cosa que puedas necesitar la puedes encontrar en imágenes. Mi regalo de cumpleaños dice. Yo solo puedo darles un abrazo. No se lo esperan. Gente increíble. Siempre.
Macedonia, la tierra de Alejandro Magno, o eso dicen. A los Griegos eso no les hace mucha gracia, Alexander the Great es suyo defienden ellos. Sea como fuere, uno de los monumentos más orteras que he visto en mi vida se encuentra en Skopje. Se alza amenazante con su espada apuntando a Grecia, casualidades... Los leones lanzan agua por la boca. El detalle final a tan magna obra de mal gusto. Alejandro Magno, luce dorado al sol. Y grande es.
Recorro sus calles buscando una pegatina con la bandera de Macedonia. Un sol amarillo sobre fondo rojo. No aparece por ningún lado. Me meto en un mercadillo gigantesco a las orillas del río. Solo veo chatarra amontonada sobre sucias mantas. Pero no veo ninguna pegatina. Subo a la fortaleza, pero no se puede entrar. Asqueado por el calor y mi infructuosa búsqueda decido ponerme en marcha y salgo de la ciudad dirección norte.
En apenas unos kilómetros me encuentro con la frontera. Me tengo que hacer un seguro, pues la carta verde no sirve aquí. Quince euros para una semana. No tienen para un solo día 20 minutos después estoy ya en Kosovo.
La carretera principal esta abarrotada, pero es buena, y aburrida. Me cruzo con decenas de coches de las naciones unidas. Cruzo polígonos, y la primera sensación que tengo es de actividad. Todo esta en marcha, como si se estuviese trabajando frenéticamente para levantar un país para ayer. Me cruzo con patrullas de soldados polacos, alemanes y gendarmes franceses. Las gasolineras son nuevas. En el arcén de la carretera veo a dos personas recogiendo plásticos. Todavía se conservan las señales para los tanques.
Sigo la recta y aburrida carretera hasta Pristina. Hace mucho calor, es pronto, y yo tengo ganas de seguir. No veo nada que me llame la atención. Bueno sí. Muchas banderas alemanas. Y albanesas.
Paro a poner gasolina. El dueño habla inglés. Al saber que soy español tuerce el labio y se pone un poco borde (España no ha reconocido a Kosovo como nación independiente, por razones obvias). Yo le sonrío como hago siempre. Acto seguido ve la pegatina de Albania que llevo en la moto y su cara cambia, una sonrisa se le dibuja en el rostro y a partir de ahí se suelta. Me habla de que los alemanes si los han reconocido como nación, de ahí que este tan de moda todo lo alemán. En el colegio los niños aprenden alemán me dice. Ahora todo lo alemán es bueno. Al final llegamos a la conclusión de siempre. La gente es buena, hasta los españoles, acaba admitiendo, aunque no sus políticos (en eso estamos de acuerdo).
Al final, una sonrisa siempre gana.
Sin darme cuenta llego a la frontera con Serbia. Aquí se nota más tensión. Los alemanes la ocupan para mediar con Serbia. Alambradas y soldados armados. Me atiende un funcionario alemán en un perfecto español. De donde vengo, a donde voy. Ni un comentario acerca del fútbol. Muy correcto. Muy educado. Muy alemán.
En el lado serbio no tienen ni barrera. Los funcionarios están apostados en mitad de la carretera, a un lado los barracones prefabricados, eso es todo lo que hay. Me hacen parar a un lado. Coge mi documentación y me dice que espere. Mientras, a mi lado no dejan pasar a dos turcos. Van en un mercedes de alta gama y no entienden porque no les dejan pasar. Los funcionarios les dicen que vuelvan por donde han venido.. Por aquí no les dejan pasar. Después de 15 minutos de observar como los turcos lo intentan todo para poder seguir, me devuelven mis papeles. Yo si que puedo seguir. Y ya estoy en Serbia. Otra vez tres países en un día. Suena ridículo.
Serbia me recibe con un asfalto parcheado, un guardarraíl oxidado, y basura, mucha basura en el arcén. Se nota que aquí no llega la ayuda económica de la UE.
Me dirijo al monasterio de Studenica, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. Descubro una Serbia boscosa y una carretera retorcida me lleva hasta mi destino. Disfruto como un enano del camino.
Studenica me sorprende. Es una fortificación que me traslada inmediatamente a libros de fantasía. Me siento a las puertas de Invernalia con su alta torre, observándome.
En su interior dos iglesias repletas de frescos, un cartel de prohibido hacer fotos y yo. Nadie más. Se respira una paz especial. Se respira aire fresco y silencio. Mucho silencio.
De nuevo en la carretera sigo disfrutando de Serbia. Me recuerda a Bosnia. Paisajes escarpados, ríos y montañas. Sigo en mi particular burbuja de felicidad cuando me doy cuenta de que el sol esta empezando a ponerse. Llego a Kragujevac. Es de noche. Error.
Me pongo a buscar hoteles. Sigo las señales que encuentro por la ciudad. Que estén en cirílico no ayuda. Encuentro un hotel. Se me va de presupuesto. Sigo buscando. Sigo las señales. Encuentro un descampado. Encuentro una urbanización y un callejón oscuro. Pero ningún hotel. Pregunto. Pero no me lleva a ningún hotel. Después de hora y media buscando decido dejar la ciudad, buscar un pequeño camino e intentar acampar.
Casualidades de la vida la pequeña carretera que cojo me lleva a un hotel. Parece caro. Pero no lo es. A veces las apariencias engañan. Desde mi habitación puedo ver la moto. Por poco tiempo. Me tumbo en la cama después de cenar e instantáneamente me duermo. Adiós problemas de insomnio, desde que estoy de viaje duermo como hacia tiempo que no lo hacía.
Amanece y vuelvo a estar ansioso por seguir. Pongo rumbo a Belgrado. La ruta de hoy es corta, apenas 130 km. Empiezo sobrevolando unos campos de maíz a ritmo de Metallica. Me vuelvo a emocionar sin saber por que. Piel de gallina, ojos brillantes. Por que sí. Me sienta bien.
A 50 km de Belgrado la carretera se congestiona. Va llena de viejos camiones que provocan grandes caravanas. Y así entre un denso humo de camión llego a Belgrado.
Empiezo mi protocolo habitual. Buscar casco antiguo o estación de trenes para encontrar el punto de información turística para que me den un listado de hosteles y un mapa.
Salgo de la estación de trenes con mi mapa y unos cuantas direcciones. Voy al hostel más cercano. La calle esta en cuesta, es zona de pago y es imposible aparcar a Sombra en ningún lado. Me paro a buscar otra dirección cuando se para una moto a mi lado. Es una diversión moderna con dos chicas encima. Me preguntan si necesito algo. Les explico que busco. La chica que va de paquete saca su móvil acto seguido y hace un par de llamadas. Tenemos un hostel para ti, sígueme.
Sígueme dice, ella mete su pequeña diversión entre todos los coches y huecos que ve, como una energúmena. La sigo todo lo rápido que puedo, con las maletas cargadas. Por suerte (casi de milagro) llego vivo y sin haber rascado tan siquiera una maleta. Suben conmigo al hostel. Esta lleno. Pero me encuentran otro calle abajo. Bueno, bonito, barato. Ellas se tienen que ir pero nos damos los números y quedamos en vernos por la noche. Buena gente. Lo que yo te diga, siempre.
Es pronto, apenas la hora de comer, así que dedico el día al turismo. Visito la fortaleza de Belgrado, Kalemegdan, a los pies del Danubio. Camino por sus parques. Me gusta lo que veo. Hay mucha vida en la calle.
Me encuentro con el antiguo edificio del Ministerio de Defensa, que fue bombardeado por la Otan durante la guerra. Escalofriante.
Durante el día a hecho mucho calor y ahora el cielo se esta cerrando hasta que al final, me la vuelve a liar. Me tiene frito ya, y vuelve a llover. Y llueve toda la noche. Así que me quedo en el hostel a hacerme una cenita casera. Primera vez que cocino en tres semanas. Y conozco a Mark y a Ana (americano y argentina que viven en Alemania). Compartimos cena, historias y lluvia tras los cristales, me siento en casa.
Amanece lloviendo y decido quedarme un día más. No me apetece tragarme un día de aburrida autovía bajo la lluvia. Paso el día por Belgrado. Como en una antigua tasca, frente a la catedral. Pimientos rellenos, como en casa. La lluvia no cesa.
Quedo con las chicas que me ayudaron ayer, Alexandra y Joanna. Me invitan a un chocolate caliente. Son estudiantes y se van en unas semanas a Barcelona. Les encanta España aunque todavía no hayan estado.
Vuelvo al hostel y me tomo un café turco (son gratis en el hostel, me pongo hasta el culo) con Mark y Ana. La recepcionista nos habla de Serbia, de Bosnia y de Eslovenia, de la guerra y de las estupideces que somos capaces de hacer. Poco más de una década ha pasado, la guerra todavía esta demasiado presente. La lluvia sigue mojando la noche serbia.
Vuelvo a quedar con Alexandra y Joanna. Me quieren enseñar su bebida nacional, el Rakia. Es una especie de grappa italiana o orujo, y la destilan de ciruelas, típicamente, pero tienen infinidad de variedades (melocotón, uva, albaricoque, con rosas, con miel, lo que quieras). Es fuerte, 40% del acohol, incluso un 60%, pero caen más de dos y de tres. O más. Y birras. Eso me gusta más.
Alexandra me cuenta que las motos son cuestión de familia, su padre le enseñó, y su hermana pequeña lleva una suzuki dr big, mítica. Dice que no se atreve a viajar con la moto, aunque en el fondo se nota que le pica un poco el gusanillo, hasta mira a Sombra con ojos golosos, pero no se atreve a conducirla, dice que es demasiado alta para ella.
Esta vez tampoco me dejan pagar. Me han ayudado desde el primer momento, me han encontrado alojamiento, me han enseñado parte de la vida en Belgrado, me han dedicado su tiempo y su atención y tan siquiera me han dejado invitarlas a una triste birra. Gente enorme siempre, abren sus brazos al loco solitario. Quedamos en que en España, va de mi cuenta.
Amanece pronto, y soleado. Me despido de Ana y de Mark. Cargo la moto y antes de salir, desayuno en una pequeña panadería. La mujer me sonríe ampliamente cuando me equivoco de monedas al pagar. Su sonrisa me llena de alegría. Belgrado me ha acogido como si de mi casa se tratase. Empiezo a sentir lastima por irme tan pronto. Pero sigue habiendo algo dentro de mi que me empuja un día más.
Salgo por la autovía con dirección a Croacia, mi destino último del día es Liublana, la capital de Eslovenia. Mi amiga Aja me espera en su casa, y ya hace días que le había dicho que estaba llegando.
En la última gasolinera de Serbia me encuentro a un tipo alto, engominado, viste traje y lleva un manos libre en el oído. Me mira de reojo mientras rebusco algo en lo que malgastar mis últimas monedas serbias. Al final se decide, me saluda y me dice que es el chófer de la furgoneta amarilla que esta fuera, que por la autovía les he adelantado y ha visto que soy español. Iniesta, Piqué, Xavi, Puyol... sigue así su retaila. Pongo rumbo a la frontera. Se pasa rápido esta es la tercera vez que cruzo la frontera croata en este viaje.
Media hora más tarde, una furgoneta amarilla me adelanta y se pone delante. Espera que le adelante. Le paso y mi amigo y toda la gente de la furgoneta me saludan efusivamente. Se repite la maniobra dos veces más. Me adelantan, aminoran la velocidad, adelanto y saludos. A la tercera se da por satisfecho y pone la directa. Yo me quedo a mis 120. Y a esa velocidad me invade un triste sentimiento, ese que te llena cuando algo grande termina. Esa triste felicidad de que el viaje esta terminando. Todavía me quedan más de 2000 km y varios días, y hoy, justo ahora, para mi, el viaje esta terminando. Será la autovía, hace mucho que la evitaba. O será dejar atrás un país que me ha echo sentir en casa. O quizás el saber donde dormiré hoy. No lo se, en realidad que más da, así lo siento, eso es todo.
Y así, con la sensación de estar llegando a casa. Al final llego a casa. O a Eslovenia, lo mismo da. Otra vez tres países (parece ya una fijación, lo juro, es sin querer) y otra frontera rápida. Y derrepente estoy en Suiza. Todo es verde. Y ordenado. Y limpio. Y también hay que comprar la viñete para circular por autovías Y no me doy cuenta otra vez hasta que ya es tarde. Así que sigo. Y al fin llego a casa de Aja. Y me reciben con los brazos abiertos. Y con la antigua habitación de su hermana pequeña. Y con un edredón de ositos y estrellas brillantes en el techo. Y con caldos caseros y carnes sabrosas. Y yo vuelvo a estar en casa.
Tal es el punto que acabo quedándome cuatro días.
Veo los lagos de Bled y Bohinj al norte de Eslovenia, a unos 70 km de Liubliana. Son preciosos y la carretera es un sueño. Conduzco de noche, pero los faros de sombra convierten la noche en día. Una auténtica gozada.
Salgo de fiesta. Voy a un cumpleaños. Pruebo las comidas típicas de domingo. Disfruto de la ciudad. De su gente. De sus cervezas. Disfruto, sencillamente disfruto cuatro días como si fuese un esloveno más.
Pero al final resulta que no lo soy, y la mañana del cuarto día, me voy. Me despido de mi familia porque así es como me han echo sentir, y pongo rumbo a España.
Me quedan dos países que cruzar y más de mil quinientos kilómetros Dejo Eslovenia atrás en apenas una hora. Y entro en las autovías Italianas. Hace sol, así que acelerador si miedo. Bordeo Venecia, Brescia y la autovía me lanza hacia Génova.
En 200 kilómetros he visto dos caravanas paradas en el arcén con una rueda destrozada, y el neumático de una furgoneta ha reventado y se ha desecho en mil pedazos a apenas 200 metros de mí. Si viajáis en caravana, ¡ojo a las ruedas!
Antes de llegar a Génova, el cielo se cubre y sin tiempo de ponerme el impermeable, se raja como si fuese un toldo lleno de agua y me cae encima una de las peores lluvias que he visto jamás en moto (no será la peor). 15 segundos he tardado en tener empapados hasta los higadillos. 15 km después encuentro una gasolinera y paro. Imposible seguir así. Los camiones desbordan agua y no se ven ni los carriles. He llegado a ir a 60 de lo poco que veía.
Media hora después puedo seguir camino. Pese a que la lluvia sigue y el viento ha empezado a azotar, este tramo de autovía es asombroso. Es una secuencia de decenas de túneles y puentes con el mar como fondo. Es sin duda, la autovía más alucinante que he visto jamás. Si no hiciese viento sería la po**a en verso.
Al final, a la lluvia y al viento se les suma la noche. A la altura de San Remo paro a buscar refugio, y me meto en el hotel más chustero que encuentro. Doy un paseo por la ciudad y el paseo marítimo. Disfruto de mi última noche fuera de casa. Mañana se acaba. Así que aprovecho y me meto una pizza co*onuda entre pecho y espalda de esas que solo los italianos saben hacer.
Amanece. Me siento raro. Rumbo a casa, no sin antes hacer la paradita de rigor en Mónaco, ya que paso por aquí. Foto al casino, a la curva mítica, paso por el túnel y ahora si que sí nada me detendrá. Ni los cientos de Ferraris, Aston Martins y demás que pueblan sus calles. Ni los cientos de peajes que pueblan las autovías francesas. Ni la lluvia (o sí lluvia, que raro). Ni aunque se me rompa el traje de agua y lo tenga que apañar a cinta americana. Ni el viento en la Junquera. Nada. Otra vez. Tres países (es sin querer, lo juro).
Y llego a Barcelona. 750 km más. Ahora sí. Se acabó el viaje. Voy a casa de Mire, que me acoje a birritas, como ella sabe que nos gusta. Y aquí decido quedarme dos días. En compañía de grandes amigos. Dos días más de evitar. Dos días más de disfrutar. Pero al final, por mucho que uno no quiera, todo tiene un fin. Y este viaje también. Como todas las cosas buenas.
Salgo de Barcelona a las 6 de la tarde. No me preocupa ya la noche. 350 km de conocida autovía ahora son un paseo. Vuelvo a casa. Ya no hay “aventura”... Iluso de mí...
30 km quedan para Valencia. Paro a repostar. Son las 9 de la noche. La lluvia empieza a ser fuerte. Mucho más de lo que esperaba. El viento es desconcertante. Jamás había visto una cosa así. Menos todavía en la casi tropical Valencia. Los últimos 10 kilómetros voy realmente asustado. Tiene co*ones. 10.000 km, y a 10 de casa la peor tormenta de toda mi vida motera.
Pero llego a casa. Dos horas después los contenedores de basura flotan calle abajo. 80 litros por metro cuadrado y 70 km/h de viento. Me he librado por los pelos. Aventura a dos minutos de casa. Y yo estoy feliz.
6 meses han pasado desde que acabé el viaje. 6 meses he tardado en procesar las fotos y escribir estos breves y mediocres textos. 6 meses me ha costado asimilar todo lo vivido. Ha sido un viaje sencillo, cómodo, por países amables de gentes maravillosas. No ha sido un viaje de aventura y dificultades, aunque las haya habido. Pero me ha cambiado. Para siempre. El soniquete de viajar que antes susurraba en mi cabeza, ahora se ha convertido en un estruendo, en una obsesión. Un corto mes, ha sido como toda una vida de experiencias. Ahora solo espero una cosa...
La próxima oportunidad para volver a salir a comerme el mundo.
- kaikus
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#79 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Como siempre, más fotos en el blog,
http://ymisombra.blogspot.com.es/2013/0 ... uelto.html
Espero os haya gustado la mitad de lo que yo he disfrutado contándolo.
Gracias a todos, un abrazoooo!
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Espero os haya gustado la mitad de lo que yo he disfrutado contándolo.
Gracias a todos, un abrazoooo!
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#80 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Genial como siempre Kaikus, una pena que no haya más entregas porque he disfrutado leyéndolas. Enhorabuena por el viaje y gracias por habérnoslo contado.
Si la vida te da la espalda...
Tócale el culo!!!
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- TRUBI
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#81 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
increible viaje,un millon de gracias por compartirlo.
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- RALPH
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#82 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
y se acabo...ahora mismo me pongo a leerlo desde el principio.
- kaikus
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#83 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Gracias a vosotros por leerloTRUBI escribió:increible viaje,un millon de gracias por compartirlo.
¿Desde el principio? Que dios se apiade de tu alma, con el tronchazo que me ha salido. Espero que al menos no quieras matarme cuando acabesRALPH escribió: y se acabo...ahora mismo me pongo a leerlo desde el principio.
- RALPH
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#84 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
En realidad queria matarte cuando te hacias tanto de rogar a la hora de publicar las entregas.kaikus escribió: Espero que al menos no quieras matarme cuando acabes
-
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#85 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Me ah encantado leer tu pedazo de viaje y tu cronica eres un crack Kaikus.
Saludos
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#87 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Me a gustado muncho leer tu aventura y ber esas fotos,que pedazo de viaje,gracias por compartirlo.vsss
chinochano
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#88 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
ya he terminado de leer tu viaje,un fenómeno macho, estas echo un fenómeno.
Felicidades y vuelve a viajar pronto
Felicidades y vuelve a viajar pronto
El que tiene juicio conoce que en su proceder estriba toda su felicidad
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#89 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Expectacular relato. Me lo acabo de leer entero, me ha llevado un rato....es largo, pero se me ha hecho muy ameno.
Envidia sana. Hay veces que me gustaria renunciar a la familia, para hacer algo parecido y encontrarme a mi mismo. Que pena no haberlo hecho 20 años atras.
Envidia sana. Hay veces que me gustaria renunciar a la familia, para hacer algo parecido y encontrarme a mi mismo. Que pena no haberlo hecho 20 años atras.
- Luipy
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#90 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
A-co-jo-nan-te de lo mejor que he leído últimamente
Enhorabuena por el viaje, por el relato y sobre todo por la fotografía
Enhorabuena por el viaje, por el relato y sobre todo por la fotografía
Que buenos ratos!
- xavi1983
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#91 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Tio... Que sepas que soy muy fan tuyo y de tus fotos... Simplemente bravo!! Un sueño hecho realidad!!! A ver si algun dia te vienes a algo del comando levante y nos cuentas en persona!!!
2013... empieza el mas grande de los viajes! :):)
- kaikus
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#92 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Claro que sí, a la próxima salida me apunto sin falta, que a la de ayer no pude acudir y tengo un mono de moto que no es ni normalxavi1983 escribió:Tio... Que sepas que soy muy fan tuyo y de tus fotos... Simplemente bravo!! Un sueño hecho realidad!!! A ver si algun dia te vienes a algo del comando levante y nos cuentas en persona!!!
- pumuki
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#93 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Quique, solo puedo hacer una una cosa. Descubrirme ante ti...
Muchas gracias por este viaje...
Como te gustan a ti.
Muchas gracias por este viaje...
Como te gustan a ti.
Estaremos por...
Casa.
Vale.., ya nos dejan salir...
Ahora con cuidado.
Casa.
Vale.., ya nos dejan salir...
Ahora con cuidado.
- guille_vstrom
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#94 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Quique, simplemente espectacular, he empezado a leer, y no he podido parar hasta la vuelta a valencia grande muy grande
Portate mal. Pasalo bien y niegalo todo. vstrom DL1000 K5
- RALPH
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#95 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Diez meses despues he vuelto a leer la cronica del tiron.
¿que a sido de Kaikus?
¿que a sido de Kaikus?
- kaikus
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#96 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Hola Ralph! Muy desconectado he estado, pero llevo un par de semanas volviendo a entrar por el foro, espero poder apuntarme a la próxima salida que se monteRALPH escribió:Diez meses despues he vuelto a leer la cronica del tiron.
¿que a sido de Kaikus?
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#97 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
jod*r Kaikus, estoy igual de impresiondo que el resto de los colgeas, pero como ya dije, si ya es espectacular el viaje, me parece igual de impresionante que lo emprendieras en solitario.
Es por esto por lo que me surge una duda.....
Me explico:
En ningún momento de las crónica veo la más mínima señal de una "pájara", ya sabes, .....una situación en la que a miles de kilómetros del pueblo y los tuyos te da que pensar por ejemplo aquello de...... ¿ Que coñ* hago yo aqui ? ...... y te viene ese momento de abatimiento.
Si me permites la pregunta.... ¿tuviste algunos de esos momentos ?.
Un saludo.
--JC
Es por esto por lo que me surge una duda.....
Me explico:
En ningún momento de las crónica veo la más mínima señal de una "pájara", ya sabes, .....una situación en la que a miles de kilómetros del pueblo y los tuyos te da que pensar por ejemplo aquello de...... ¿ Que coñ* hago yo aqui ? ...... y te viene ese momento de abatimiento.
Si me permites la pregunta.... ¿tuviste algunos de esos momentos ?.
Un saludo.
--JC
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- RALPH
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#98 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Hola Kaikus, me alegra saber de ti,sera un placer conocerte,un abrazo.kaikus escribió:Hola Ralph! Muy desconectado he estado, pero llevo un par de semanas volviendo a entrar por el foro, espero poder apuntarme a la próxima salida que se monteRALPH escribió:Diez meses despues he vuelto a leer la cronica del tiron.
¿que a sido de Kaikus?
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#99 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Hola Cóndor, la verdad es que lo de viajar solo en moto es más fácil de lo que parece, la mayoría del tiempo vas en moto, no hace falta compañía, y cuando paraba hacia fotos y más fotos (lo cual es un coñazo si vas en grupo), así que la verdad es que me encontré muy a gusto conmigo mismoCóndor escribió:jod*r Kaikus, estoy igual de impresiondo que el resto de los colgeas, pero como ya dije, si ya es espectacular el viaje, me parece igual de impresionante que lo emprendieras en solitario.
Es por esto por lo que me surge una duda.....
Me explico:
En ningún momento de las crónica veo la más mínima señal de una "pájara", ya sabes, .....una situación en la que a miles de kilómetros del pueblo y los tuyos te da que pensar por ejemplo aquello de...... ¿ Que coñ* hago yo aqui ? ...... y te viene ese momento de abatimiento.
Si me permites la pregunta.... ¿tuviste algunos de esos momentos ?.
Un saludo.
--JC
Cuando salí de casa no me plantee un objetivo fijo precisamente por eso que comentas, por el "miedo" a querer volver cuanto antes, a no divertirme, a pensar y que carajo hago yo aquí. Pero al final lo único que quería cada noche cuando me iba a dormir era despertarme cuanto antes para poder seguir. De hecho, al final del viaje disfrutaba tanto con cualquier cosa, me sentía tan bien y tan a gusto que las emociones iban y venían, lloraba y me reía a la vez, y me daba todo igual, era completamente feliz estando donde estaba y con quien estaba, solo quería que el viaje no terminase nunca.
A decir verdad si que hubo un único momento de flojera, cuando tuve fiebre en Grecia, estuve bastante jod*d* todo el día, y al final decidí que necesitaba un pueblo costero para recuperarme (isleño que es uno), cuando al fin llegué y encontré sitio para dormir, me derrumbe en la cama febril perdio y allí si que pensé, que carajo hago yo aquí. Pero la realidad es que al día siguiente, cuando me levanté ya más recuperado y vi las vistas que tenia mientras desayunaba con el padre del dueño del alojamiento, el desayuno que me había preparado su mujer, eso no tiene precio, bien vale la pena haber tenido fiebre por encontrar ese momento.
Un abrazo
P.D: Madre mía como me estoy emmelonando otra vez solo de recordarlo, si es que no se puede entrar en el apartado de crónicas!!
- Cóndor
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#100 Re: Suiza, Balcanes, Grecia... 10.000 km inolvidables
Jajaja., si enmelonado ....
Supongo que cuando vas a tu bola y sin planes la cosa cambia.
En cualquier caso, mérito no te falta socio ;).
Otro abrazo.
--JC
Supongo que cuando vas a tu bola y sin planes la cosa cambia.
En cualquier caso, mérito no te falta socio ;).
Otro abrazo.
--JC
Fdo.: J. Carlos de Zafra capital. "Nasío pa rodá"
BMW R1200GS Aire. "La Psicóloga". Comando V-Extrem
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