y aunque esta crónica no es exactamente de motos,
es de moteros caídos.
Leedla con atención,
seguro, os servirá de reflexión,
pues a veces una salida con ilusión,
y algo menos de precaución,
no merecen un mes en el sillón.
Abro este hilo en General,
pero si los moderadores lo consideran,
pónganlo en mejor lugar.
Sábado 31 de enero, la mañana es fría aunque despejada, el día anterior llovió y se nota en los campos. Recogemos en Sevilla a los aceitunos y salidos todos para desayunar en la Palma del Condado. Aunque hace tiempo que quiero hacer esta ruta, el frío me mantiene aterido y no voy todo lo cómodo que me gustaría.
En seguida de desayunar comenzamos el tramo curvero, la carretera húmeda y sucia a tramos no dan buenas sensaciones.
Por circunstancias del destino, determinante a la postre, marcho en último lugar del grupo de nueve. Curvas húmedas, secas, mojadas, suciedad, la impresión que da el asfalto no es buena, un par de veces la rueda trasera me hace algún extraño, otros compañeros me comentarían luego eso mismo.

Adelanto una vez y me coloco el penúltimo, lo hago de nuevo y me posiciono el antepenúltimo, el suelo no está para más filigranas y decido quedarme en esa posición.
Ya cerca del cruce de Berrocal, tomo una curva a derechas en bajada algo cerrada, veo delante mía dos curvas enlazadas de pequeño radio que continúan en una pequeña recta por donde los compañeros de adelante ya circulan. A la altura del primero el único vehículo hasta ahora de la carretera se va cruzando con cada uno de ellos.

Entro en las curvas enlazadas por la tangente como otras veces, de forma inconsciente, todos alguna vez hemos hecho. Observo que el vehículo con el que ahora me toca a mí cruzar realiza la misma maniobra. Sin sobresaltarme y por dejar un margen más amplio con el vehículo contramanilleo a la derecha suavemente dirigiéndome hacia la cuneta, y una vez rebasado el vehículo debo contramanillear a la izquierda para recuperar el trazado original. En una décima de segundo observo el suelo húmedo y sucio y la inseguridad transmitida por la carretera hasta este momento, me juegan una mala pasada.
Ese instante de duda me hace inevitablemente dirigirme fuera del asfalto hacia la cuneta, me doy cuenta e intento entrar los más paralelamente posible en la tierra, pues un talud de gran tamaño hace de muro lateral.

Como a cámara lenta y de forma incrédula siento como salto a la cuneta de tierra. Al comprobar que no caemos, me esmero a tope en mantener el equilibrio. No consigo, aparentemente, reducir la velocidad de la moto por ninguno de los sistemas habituales, y habiendo recorrido ya varios metros por la tierra irregular me asalta el pánico de encontrar un gran obstáculo o una alcantarilla de desagüe, por lo que en décimas de segundo decido, y casi de forma innata, volver al medio natural de la moto, el asfalto.
Debido al escalón producido por los sucesivos asfaltados de la carretera, al tocar de nuevo el asfalto no consigo superar el obstáculo y caemos lateralmente hacia la izquierda. Noto un fuerte golpe en el hombro izquierdo, soy consciente de que estamos en el suelo, boca arriba y aparentemente sin dolor empiezo a llamar a Cris preocupado por como estará. Intento incorporarme y observo extrañado que el brazo izquierdo sigue inmóvil en el suelo, para comprobar que realmente es el mío muevo los dedos, estos responden e inmediatamente me salta la alarma en el cerebro, pienso que se me ha salido el hombro.
Van llegando los compañeros y como un descosío me quejo del brazo. Cris que lleva el intercomunicador abierto y me escucha en estéreo, se apresura a acercarse donde estoy. Al verla andando por su propio pie y aparentemente ilesa me tranquilizo. Me ayudan a quitarme el casco y completamente convencido de que lo que tengo es el hombro fuera, tranquilizo a los compañeros y desde el suelo comienzo a dar instrucciones sobre el seguro de la moto, el transporte y todo lo habitual en estos casos.
Se acerca un conductor que es médico e intenta auxiliarme aunque considera que lo mejor es esperar a la ambulancia. Yo no paro de decir que me encajen el hombro si es posible, y menos mal que nadie lo intenta pues como sabremos más tarde lo que realmente tenía era una fractura doble de húmero.
Llega la ambulancia, el paso a la camilla y de esta al vehículo es un suplicio, pero una vez dentro y todo organizado partimos hacia el Hospital de Ríotinto seguidos de cerca por Manu y Mari, mientras Paco se ocuparía de todo lo concerniente con la grúa.
Aunque voy bien de ánimo, incluso me hago fotos en la ambulancia, los kilómetros de curvas hacia el hospital se hacen eternos.

Llegamos, Manu se asoma a la ambulancia para interesarse como estoy y me comenta que siembre su preocupación es que le pudiera pasar algo a Mari. Yo diría que ese momento de reflexión fue el único que casi me hace perder la entereza.
Entro en Urgencias e ingreso, tras unos breves minutos de espera y ante mi insistencia de que el hombro estaba fuere me realizan una radiografía. El movimiento de la camilla para la radiografía es insoportable y tras terminar me llevan a la sala de curas. El traumatólogo de guardia me informa que lo que tengo es una fea fractura de húmero que requiere operación, que me inmovilizarán el brazo y me mandaran para el Hospital de Jerez.
Para el enyesado me dicen las enfermeras que como quitamos la ropa, después de todo lo ya sufrido le autorizo a que corten todo lo necesario. Tras despojarme de todo el traje de romano llega el traumatólogo y me dice que aguante que esto va a doler. Aprieto los dientes y empiezo a gritar como un condenado hasta que por fin terminan, me ponen un gotero de calmantes y me aparcan en una sala a la espera de que haya una ambulancia disponible para llegar a Jerez, son las 3 de la tarde.

A Cris le han hecho pruebas y a parte de un par de contusiones sin importancia no le han visto nada. Ella si que supo caer bien e incluso gracias al mono de agua patino más de la cuenta sobre el asfalto húmedo evitando el golpe seco de mi caso.
Sobre la 6 y 15 por fin llega mi transporte. Me incorporo en la camilla y un frío sudor casi me provoca un desvanecimiento. En una silla de ruedas consigo llegar a la ambulancia, me amarran en una silla y comenzamos el viaje. Paco y Manu después de varias horas de espera ya han salido de vuelta.
Calculo que hasta Jerez tuvimos casi 3 horas que no fueron ni buenas ni malas, interminables.
Sobre las 9:30 llegamos al Hospital de Jerez, ingreso por urgencias y a la sala de curas. El médico de guardia tras ver el informe me confirma el diagnóstico, fractura para operar. Me realizan una nueva radiografía, uf, el húmero esta roto en varios trozos. Ingreso y para la habitación.
Me comentan que puede que el lunes tarde me operen. Paso la primera noche bien, llamadas y mensajes interesándose por como estamos no paran de llegar.
Lunes por la mañana, visita del especialista.
Nada más entrar me pregunta, ¿caída de moto?, fractura típica. Bueno, esto va a tener mucho trabajo así que tenemos que programar la operación, será el jueves. Aquí tuve el primer bajón, ¿jueves?, uff. Luego me enteré que no podía ser antes porque habían tenido que pedir a hacer la pieza especialmente.
Martes, miércoles, llamadas, mensajes, visitas, la verdad que uno se siente muy acompañado con tanta gente interesándose por uno. La escayola es un trasto pero tengo la moral alta, ya va quedando menos.
Durante estos días piensas muchas cosas, si lo hice mal, si estaba para mí, si después de todo tuve mucha suerte, si merece seguir en moto, si habrá un antes y un después…..a día de hoy aun no tengo muchas de las respuestas, el tiempo las irá respondiendo.
La noche anterior a la operación me dan las instrucciones oportunas, ayuno, que será anestesia local, que seré el segundo, que tengo para tres horas…estoy tranquilo, pienso que ya todo será para mejorar, hasta ahora eran días gratis sin avance.
11:30 h. del jueves, llega el enfermero, nos vamos para quirófano, sigo tranquilo, me aparcan antes de la sala mientras hacen los últimos preparos, ya me han dado algún sedante y lo voy notando. Me meten en la sala, observo algo sorprendido el equipo, más bien joven y con gorros cada uno de dibujos o colores distintos, que gente más moderna pienso. Supongo que debido a mi complexión me dicen si puedo andar y que me baje de la cama y me suba al quirófano, tiene coj**es. Me ponen boca arriba con los brazos en cruz, parece que me van a crucificar, me dicen que para la anestesia del brazo toca un pinchazito en el hombro. A la tercera estocada viendo las estrellas deciden cambiar al cuello, hay “omá”

Recuerdo que entre sueños oía, ¡ traca, traca, traca….! Más tarde comprendí lo que era ese ruido, ¡ la máquina de grapas ¡, me dejaron dos estupendas cremalleras de pantalón vaquero que aún llevo.

Voy despertando mientras me llevan a una sala de despertar, voy eufórico y con ganas de reírme, sin duda los efectos del sedante, tras permanecer un rato allí aparcado, haciendo alguna que otra foto, por fin me suben aunque antes pasamos por rayos para hacerme una placa del resultado de la operación. Cuando la veo….me parto de la risa, digo, oye que han cogido la pata de la camilla en vez de mi brazo….diosss cuanto “jierro”, ¿cuál es mi hueso?, solo veo un perfil de estantería metálica. El brazo, ya sin escayola, por fuera está del tamaño de una pierna y también me causa risa.


Llego a la habitación, son las 6 p.m., partío de risa el compañero me mira alucinado. Con todos con los que voy hablando por telefóno me parto con las bromas….vaya bolillón que llevo.

Por fín llega la noche, esto es otra historia, un post operatorio siempre tiene su momento malo. Cuando la anestesia local del brazo fue desapareciendo el dolor fue llegando. La noche fue surrealista, despierto casi lloraba de dolor y dormido casi lloraba de risa con sueños pamplinosos. Me desperté desequilibrado y destrozado, no era para menos.
Era viernes, el médico me dijo que estaba todo bastante bien para lo que se había encontrado y que el lunes hablaríamos de nuevo.
Durante el fin de semana voy asumiendo la nueva situación, el hombro parece que lo tengo lleno de metralla con pinchazos, drenaje, postillas, ozú, por supuesto no puedo moverme con tanto andamiaje. Tanto antibiótico, anti-inflamatorio, analgésicos, etc, empiezan a causar mella en mi organismo y la tensión cae por los suelos, el estómago empieza a protestar, la noche del domingo es algo regular y el lunes cuando llega el médico tengo una carita de poema. Manda que me vayan quitando todo y me alegra aunque ya estoy debilucho.
Anoche, tras un brote de gastroenteritis y otra noche regular, pensaba que nada me libraría de pasar un día más hospitalizado pero en la visita de esta mañana del médico, me dijo que de eso me curase en casa.
Tras diez días por fin estoy en casa, desde la que estoy escribiendo estas extensas líneas. No es una crónica habitual y espero que nadie aprensivo le moleste la descripción de la experiencia que he vivido.
Razones por las que debemos evitar a toda costa una intervención quirúrgica:

1. Por que el post operatorio siempre duele, y eso nunca te lo cuentan.
2. Por que los analgésicos para que no te duela te dejan muerto.
3. Por que los antibióticos para que no haya infecciones te destrozan el estómago.
4. Por que aunque no sea grave, lo que incordia en tu vida diaria y a tus seres queridos no tiene precio.
Quiero agradecer a muuuuchos amig@s el haber estado ahí todos estos días, aunque permitirme que en primer lugar ponga a Cris, mi artillera y querida esposa, mi primera preocupación cuando me vi en el suelo y la que más a tenido, y tendrá que aguantar mientras dure mi torpe actual situación.

Para no dejar injustamente ningún nombre fuera, lo dicho, graacias a tod@s, conocidos o no, sois con vuestro apoyo una gran ayuda en una difícil situación como esta.

Juan Aº (Rutaman)
P.D.: ¡ah! a la "V" casi ná, el tubo de la defensa rayado (para eso está), el pedal del embrague roto y el guardabarros delantero rayado.
