Cuando me dijeron -hace unos meses-, que iríamos a Jerez, me quedé bastante pensativo, ya que huyo como de la peste de las aglomeraciones de gente, sin embargo, me alivió saber que compartía la fobia con mi amigo Motriles. Así que accedimos gustosos a esta nueva experiencia, y vive Dios que no nos arrepentimos.
Hay que aclarar que salimos en dos grupos, así que voy a contar sólo la parte de mi grupo y la común de todos. Nosotros íbamos Motriles, como macho beta, Alex, como galán de baile. Lagos, como Jefe de Área, y yo para elegir los restaurantes. Ni quedecir tiene que cada una de las artilleras, se ocupó de orientar adecuadamente a su piloto AOQR
Aprovechando que no venía el macho alfa :) salimos a las 10 de la mañana de Loja, sin parar ni a tomar un café, ya que nuestro objetivo era el bar el Coto de Campillos, donde llegamos a las 11 de la mañana, con los jugos gástricos bailando la danza del fuego por el estómago. Nos pedimos las consabidas tarrinas de manteca colorá y blanca, con la que cubrir esos peasos de molletes que ponen, pero antes de darnos cuenta, el amigo Lagos se la estaba untando por el cuerpo, que dice que así se hace más irresistible y no le pican las abejas.
Con la batería cargada pusimos rumbo a Conil, pero evitando pasar por Jerez, así que hicimos una bonita ruta, que casualmente nos situó a las 14 horas en Villamartín. Peligrosa coyuntura, ya que teníamos miedo de ser reconocidos por el dueño del restaurante en que dejamos abandonado el grenli, así que consulté a unos amables lugareños, sobre otro famoso restaurante del lugar, Los Cazadores. Y ya que veníamos de desayunar en el Coto, que mejor sitio para la comida.
Las indicaciones certeras de los amables vecinos nos llevaron hacia la parte más alta del pueblo, que es donde se encuentra tan insigne valladar gastronómico. Conseguimos que nos situaran en la terraza, justo al lado de nuestras monturas. Degustamos poco a poco los platos, prevenidos por la posibilidad de reviente ocurrido en anteriores ocasiones. Pedimos pensando en quedarnos cortos, pero no hubo forma. Lo cierto es que finalizar con un exquisito plato de venado le dio el punto final a un excelente menú.
A las 5 de la tarde salimos rumbo a Conil para buscar el hotel. Lagos nos pidió permiso para dormir la siesta, y así fuimos todo el camino sin hacer mucho ruido mientras iba durmiendo en su moto, hasta que la laguera le debió hacer algo que lo despertó y estuvo un ratillo haciendo caballitos con las scuter.
Siguiendo ese peaso de macho beta llegamos al hotel (cuyo nombre no puedo dar para evitar que nos dejen sin habitación el año próximo), nos dimos la ducha de rigor (cada uno en la suya) y nos preparamos para la noche. Un supermercado cercano nos permitió hacer la compra de los víveres necesarios para el botellón. Con todo preparado nos fuimos a la playa para esperar al resto del grupo que venía por la costa, y cenar todos juntos.
Durante la espera fuimos testigos de una espectacular puesta de sol, como ha quedado reflejado en algunas fotos que han ido poniendo los compañeros. Eso sí, lo que no aparece en las fotos son los enormes mosquitos que se confundían con los helicópteros de la Armada que había por la zona. A la llegada del grueso del grupo (cada uno que le ponga nombre), nos buscamos una freiduría, y el macho alfa le alegró el día, "ponnos gloria bendita para los dieciocho". Empezaron a circular las bandejas de pescado frito. Riquísimo, como no podía ser de otra forma estando en Conil.
A nuestro regreso, a pesar de haber pasado la noche tomando cerveza sin alcohol, nos encontramos algo que parecía una fiesta de cumpleaños en la puerta del hotel, ya que paraban a moteros y enlatados y les hacían soplar para inflar los globos. Nosotros tuvimos la suerte de meternos en el hotel 5 metros antes del control. Creo que siguen en la puerta esperando que salgamos :)
Aprovechando la excelente temperatura, sacamos al patio del hotel todos nuestros recursos y Juan GS la navaja afilada con la que empezó a preparar cubalitros. Como el cansancio era importante, no duramos mucho. Lo justo de unas copillas, ya que Laguero tenía que subir a hacerle no sé qué al somier.
El sábado, tras el desayuno de rigor, nos marchamos con destino Alcalá de los Gazules, donde nos esperaban Rutaman y Enormy, para guiarnos por la ruta de la subida a Puerto Galiz. Un espectáculo de curvas y naturaleza dignos de repetir. Pocas veces se disfruta tanto como en esa fabulosa subida, en la que cada uno iba como podía, intentando no descolgarse y a la vez, poder mirar a los lados para disfrutar esa maravilla natural. Nos acompañaron hasta las afueras de Úbrique, desde donde nos encaminamos a Sanlucar de Barrameda, ya que Inma y Encarni son devotas de San Lucar desde chicas, cuando recogían manzanilla en la sierra para el santo patrón.
Buscábamos un sitio para comer. Bueno, nosotros y otros miles de moteros. Tuvimos que localizar un restaurante que le habían recomendado encarecidamente a Charli, y ciertamente se cumplió lo prometido (encarecidamente :). Montar una mesa para 18 no es fácil, pero además, con todo a tope es difícil, pero siendo de Motril todo resulta más fácil. Le quitamos las sombrillas, las mesas y las sillas a los que se descuidaban, y montamos el banquete. Eso sí, era autoservicio, así que hicimos más kilómetros que para subir a puerto Galiz. La comida estuvo bien, y a priori, nada hacía presagiar que poco después acontecerían hechos que marcarían éste viaje.
Aunque estaba previsto quedarnos un rato haciendo la digestión, a algunos miembros les dio ligereza de barriga y prefirieron buscar un entorno conocido para apoyar las posaderas, así que todos, menos un servidor, que tenía compromiso con antiguos amigos, se fueron al hotel. Lo que cuento a partir de aquí son los terribles hechos conocidos por todos como la "la tarde de la mirla", y aunque no los viví en primera persona en su origen, sí que me los contaron varios de los protagonistas.
Al llegar al hotel, Juan y Motriles se fueron al bar del hotel a tomar un descafeinado antes de irse a dormir la siesta. El hombre había apagado la máquina, así que les ofreció un Cacique con cola, que ellos aceptaron por cumplir. Estando allí sentados empezaron a llegar otros miembros del grupo que pensaron que era mejor aprovechar las instalaciones de la piscina del hotel para tomar unas copas del sobrante del botellón de la noche anterior, y así lo hicieron, siendo aproximadamente las cinco de la tarde.
Cuando llegamos eran aproximadamente las nueve de la noche, y en ese intervalo había dado tiempo a que se incorporasen casi todos los miembros del grupo. Lo cierto es que empezaron a contar historias basadas en hecho reales, y Leuman fue sin duda el que con más pasión presentó una historia que acabó por conmover a todo el grupo. Contó con todo detalle, y tantas veces como hizo falta, como un padre se entusiasmó al ver que su hija aprovechaba el tiempo cogiendo mirlas con sus manos. Esto que puede parecer baladí, es una práctica muy cotizada en Israel, donde se ha pedido que se convierta en deporte olímpico. El debate duró horas, y al final tuvimos que retirarnos, ya que la mitad de grupo tenía que madrugar para ir al circuito.
Durante el desayuno se continuó con el tema de la mirla, de hecho según me han contado los asistentes, Manolo estuvo toda la mañana en el circuito acordándose del pájaro. Una vez que se despidieron los compañeros que fueron a las carreras, nos volvimos a quedar los mismos que habíamos partido por Granada. Consensuamos un paseo por la Sierra, aprovechando la tranquilidad de no tener casi tráfico, así que partimos de nuevo rumbo a Puerto Galiz, a donde llegamos justo a la hora de tomar un refrigerio. Parecía extraño, pero no había nadie, así que disfrutamos el rato, y pusimos rumbo a la Sierra de Ronda. Pasamos lugares increíbles, y varias veces Lagos quiso parar para echar una vaca en la moto.
Pasaban las horas y conforme se acercaban las tres de la tarde decidimos parar a comer en el mismo lugar que lo hemos hecho recientemente en las inmediaciones de Setenil. No pudimos entretenernos mucho ya que veíamos que las carreras habían terminado y podíamos encontrarnos con la marabunta, y así ocurrió cuando nos incorporamos en Campillos, donde iban llegando verdaderas riadas de motos. Paramos en Loja para tomar un último café con el resto del grupo, pero se habían ido por la costa a última hora, así que nos tuvimos que despedir allí mismo.
Como siempre un placer andar con esta gente por el mundo. Lo pasamos de maravilla en cualquier sitio que paremos. Al menos hasta que nos echan :)
Ya sé que no tiene fotos. Lo siento compañeros. Me sale el trabajo por las orejas, y así estaré una temporadita, así que disculpad mi escasa participación.
