Y llegó el día, tras casi un año esperando para saber si podría volver a conducir mi querida GeiSha, hoy se ha producido la esperada "conjunción planetaria" y me he decidido a probar:
Un paseíto hasta la presa del Atazar, pasando por el siniestro lugar de mi accidente para superar cualquier miedo q pudiera quedar escondido en mi recuerdo, me ha devuelto la confianza en mi compañera de ruta y en mi mismo. He de re conocer q al principio tomaba las rotondas como si fuera con ruedas de aprendiz pero con el paso de los kilómetros, 129 en total, la confianza y los hábitos se han adueñado de la situación hasta tal punto q he salido con la convicción de q esta es la mejor rehabilitación q podría tener mi muñeca, de hecho ha estado como nunca. No obstante, soy consciente de q he de volver de forma progresiva y sin confiarme demasiado, es por eso q todavía no me atrevo a unirme a rutas organizadas por el foro así como para no ralentizar al resto.
Resumiendo, los viejos moteros nunca mueren, bueno, sólo cuando les llega su hora (es decir, como a todos).
