El fenómeno fan está muy bien cuando la cosa no agobia, pero puede resultar insufrible cuando el asunto deriva casi en fanatismo. Jim Morrison lleva 37 años enterrado y sus seguidores han convertido su tumba en un lugar de peregrinaje. Hasta el cementerio de Le Pére Lachaise de París llegan en un goteo constante desde todos los rincones del planeta. A rendirle homenaje... y a liarla de vez en cuando.
Hay guardias de seguridad pero no deben vigilar lo suficiente, porque no es la primera vez que el camposanto sufre actos de vandalismo y destrozos en otras tumbas atribuidos a los que rinden pleitesía al célebre vocalista de The Doors. Así que los familiares del resto de difuntos enterrados cerca de Morrison están realmente hartos y lamentan que el que debiera ser un refugio de silencio se haya convertido en una de las mayores atracciones turísticas de París.
Entre los vándalos a los que han pillado también hay gente guapa, que el fenómeno fan no entiende de clases. En marzo pasado, la Policía echaba del cementerio a Kate Moss y a su novio, el guitarrista James Hince, a quienes encontraron cantando y bailando sobre la tumba de Morrison. Lejos de avergonzarse cuando los uniformados les echaron la reprimenda, les hizo tanta gracia que se echaron a reír. Y a correr, por si acaso.
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/ ... 81006.htmlHay guardias de seguridad pero no deben vigilar lo suficiente, porque no es la primera vez que el camposanto sufre actos de vandalismo y destrozos en otras tumbas atribuidos a los que rinden pleitesía al célebre vocalista de The Doors. Así que los familiares del resto de difuntos enterrados cerca de Morrison están realmente hartos y lamentan que el que debiera ser un refugio de silencio se haya convertido en una de las mayores atracciones turísticas de París.
Entre los vándalos a los que han pillado también hay gente guapa, que el fenómeno fan no entiende de clases. En marzo pasado, la Policía echaba del cementerio a Kate Moss y a su novio, el guitarrista James Hince, a quienes encontraron cantando y bailando sobre la tumba de Morrison. Lejos de avergonzarse cuando los uniformados les echaron la reprimenda, les hizo tanta gracia que se echaron a reír. Y a correr, por si acaso.