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Crítica especializada[/align]
Hoy nos ocupa uno más de los condorsorios a los que nos tiene acostumbrados, afortunadamente, el ilustre Cóndor, con larga trayectoria en la creación de accesorios indispensables para nuestra V, y conocido de todos nosotros, asiduos a esta Sección Técnica.
A este paso (ya le queda poco, es VIP) va a dejar a la altura de un botellín al mismísimo Q, el inventor de la serie de películas de James Bond. Ahí le vemos rodeado de algunos de sus Qsorios:
Hoy, el Condorportaletas.
Entremos en materia. Esta vez nos deleita con un original remolque homologado sólo para circuito o para vías no abiertas al tráfico rodado (por suerte para todos, porque de otra forma sería un peligro hasta para camiones).
Se trata de una estructura tubular construida en hierro del malo, con una terminación en cromado barato, del que se descascarilla con la uña. A modo de bisagra tiene dos pasadores (en acero oxidable), gracias los cuales puede extenderse el entramado metálico (porque es metálico, ¿no, Cóndor?).
En su extremo, oculto por la matrícula del vehículo tractor, se supone que está el mecanismo de enganche. Sospechoso, cuando menos, al no poder verificar su calidad y principios constructivos (mejor que siga... Por cierto, esa goma está ya para cambiar ¿eh?, venga, ráscate el bolsillo).
Puede observarse, asimismo, un pequeño asa a media altura, burdamente soldada. Desde la Universidad de Colorado (lo que debería estar Cóndor), y tras nuestras gestiones, nos indican que no sirve para nada, que es para que haga bonito. -Comprendido- contestamos nosotros a su información, constatando de una vez por todas (si no estaba lo suficientemente claro) el engaño que teníamos ante nosotros (¡como si encima fuera bonito! ¡Pero si es horroroso de feo!)
Por fin, tras recorrer atentamente unos 40 cm, llegamos a la parte más compleja de este ingenio: un amasijo de hierros, igualmente mal soldados, que hace de soporte a la maleta que coloque al efecto el ingenuo cliente. No soportaría más de 2 kg, según los cálculos a que hemos sometido la fotografía mediante técnicas de espectrografía de masas. Sí, señores, 2 kg. Y eso en parado, porque por cada km/h que se aumente la velocidad habría que rebajar el peso en un 50% para tener alguna garantía de que no se va a desintegrar, por lo que no se puede superar la barrera de los 10 km/h, según nuestros cálculos.
Pero entre todo el conjunto sobresale por su brillantez algo en lo que ni Cóndor había pensado: dispone de un apoyo que facilita al Condorportaletas mantener el equilibrio en pie, algo realmente sorprendente (que esto se mantenga de alguna manera, claro).
A todos estos impedimentos contribuye un ridículo alambre que hace de eje de dos... mmm... ¿ruedas? Si, eso parecen. No hemos podido averiguar qué es lo que tiene el eje en sus extremos: ¿un tope? Y en ese caso ¿para qué? ¿para que no se salgan?... ¿Y qué más da que se salgan?
Dejamos para el final lo mejor: Lleva incluido de serie un recogedor de color azul para retirar del suelo los trozos que pronto quedarán esparcidos, manteniendo con ello en buen estado la naturaleza.
Terminamos esta crítica constructiva no sin antes agradecer cordialmente a Cóndor una más de sus aportaciones, a la que seguirán muchas más (eso nos tememos todos).
Hasta el próximo episodio, buenas tardes.