Día 66 – Jueves 29th of August – de Cortina d’Ampezzo a Sta. Maria (237km)
Los que seáis seguidores de Top Gear recordareis que Clarkson y compañía declararon que el paso Stelvio era la mejor carretera “in the wooooorld” hasta que descubrieron la Transfagarasan en su visita a Rumanía. Tuve el privilegio de hacer esa carretera hace casi dos meses y no puedo estar más de acuerdo con ellos, es una carretera increíble y un destino imprescindible para cualquier motero que viaje por Europa. Hoy, sin embargo, nuestra ruta iba a llevarnos a través del Stelvio y yo estaba ansioso por poder compararlo con la Transfagarasan y ver si merecía ese segundo lugar.
Tenía muchas ganas de hacer otra carretera mítica, lo que no sabía era que los dos días de viaje que nos quedaban hasta Interlaken iban a ser un festival de puertos de montaña maravillosos y que al final iba a ser difícil llegar a una conclusión y elegir uno como el mejor.
Había comprado un mapa en papel de los de toda la vida en Eslovenia que tenía un nivel de detalle excelente, e íbamos a usarlo para orientarnos en los días siguientes, usando el GPS sólo como ayuda extra para ir de un waypoint al siguiente y programándolo a medida que fuésemos avanzando, ya que no quería depender la ruta que el aparato decidiese de A a B y perderme alguna gran carretera.
Salimos de Cortina bajo un cielo azul sin una sola nube, mi alergia había desaparecido completamente y al cabo de poco estábamos subiendo un puerto llamado Di Sella. El asfalto era excelente, no había mucho tráfico aparte de otras motos y la carretera ascendía haciendo eses a través de prados de verde intenso en una combinación de curvas rápidas y virajes lentos a 180º. Aquí fue donde vi por primera vez que los italianos numeran las curvas de sus puertos de montaña, para que la gente se entretenga a ver cuántas les quedan.
Paramos en lo más alto del puerto, donde había cientos de coches aparcados. Estaba claro que era un punto de inicio importante de muchas rutas de excursionismo y escalada, y el sitio estaba lleno. Por suerte pudimos dejar la moto justo al lado de la carretera junto a un par de GSs, y decidimos andar un poco montaña arriba para disfrutar de las vistas. Nat tenía un poco de frío tras el trayecto en el aire frío de primera hora del día, per una caminata a ritmo ligero con toda la ropa de moto nos hizo entrar en calor rápido.
Después de tomar unas cuantas fotos volvimos a la moto e hicimos el otro lado del puerto, que resultó ser aún mejor.
Carreteras así hacen que tengas una perspectiva diferente, y una vez al pie del puerto y de camino a Bolzano lo que en otro caso hubiese considerado un carretera bastante decente me pareció lo más aburrido del mundo. Dejamos atrás la ciudad, cogimos un tramo de autovía hasta Merano y luego volvimos a carreteras secundarias, rumbo al Stelvio. Faltaban unos 50km para el desvío donde comenzaba la carretera que ascendía al puerto, y el tráfico era bastante denso. Para empeorar las cosas, no había demasiados sitios donde poder adelantar, al menos no de forma legal, y empecé a preocuparme. Adelantamos algunos camiones fácilmente, pero no me gustaba nada el ver que había bastantes autocaravanas en la carretera. Imaginé que los camiones no tenían razón alguna para subir por el Stelvio, pero me daba miedo que los turistas pasando con sus caravanas decidiesen pasar a visitarlo y amargasen la experiencia al resto de aficionados en motos o deportivos que se verían atrapados detrás suyo arrastrándose carretera arriba a 20km/h.
Mientras adelantaba a tantos como podía no puede evitar pensar que estaba de acuerdo con Clarkson. Puede que un camión vaya lento, pero está desempeñando una función útil para la sociedad, mientras que una caravana no es más que un obstáculo móvil en la carretera conducido por alguien que se cree demasiado bueno para dormir en una tienda pero es demasiado tacaño para dormir en un hotel. Y lo que es más, esos trastos son caros, especialmente las autocaravanas, ¿¡por qué no se compran un coche decente, disfrutan de la carretera y se gastan la diferencia de precio en un hotel!?
Sea como sea, para cuando llegamos al desvío ya las habíamos dejado a todas detrás, y teníamos la carretera limpia por delante nuestro. Tras pasar un par de pueblos me tranquilizó ver señales que prohibían el acceso al puerto a vehículos que sobrepasasen cierto peso y longitud, lo que suponía que no iba a haber caravanas, autocaravanas o autocares llenos de turistas entorpeciendo en camino. ¡Genial! Bajé un par de marchas y me lancé a por la primera curva seria.
¡Que carretera! Esto era muy diferente de la Transfarasan: una curva cerrada tras otra, todas a 180º, tenía que tomarlas en primera, usando toda la ancura de la carretera para mantener suficiente inercia para evitar que la moto se tumbase o se calase. Hay que recordar que no es una deportiva, sino una trail cargada hasta los topes y con dos personas a bordo. A pesar de ello estuvo más que a la altura de las circunstancias, el motor rugiendo carretera arriba y aguantando el tipo frente a máquinas mucho más potentes.
Nat hizo un excelente trabajo de copilotaje, controlando la carretera en cada curva para ver si bajaba alguien y diciéndome si podía usar o no toda la anchura disponible, y los pocos coches lentos que nos encontramos fueron rápidamente adelantados en los tramos rectos entre horquillas. Oh, y hablando de coches lentos, sentí mucha lástima por un convoy de Lotus Elises espectaculares que se pasaron la última parte del puerto atascados sin remedio tras un RAV4 conducido a 10km/h por una familia de turistas que se miraban cada curva con horror dibujado en sus caras.
Había cientos de moteros en el collado, y mientras que las GS parecían ser las máquinas más populares, la gente había subido hasta aquí en toda clase de monturas, incluyendo una abuela que había llegado en un Vespa clásica.
Compré una pegatina del Stelvio para poner en la moto y luego me senté a meditar sobre si esta carretera era mejor que la Transfagarasan o no.
El paisaje era, sin duda alguna, espectacular: altísimas montañas rocosas cubiertas de nieve, valles profundos, bosques de abetos de un verde profundo en la parte más baja… pero las curvas eran demasiado cerradas para mi gusto, al menos en la vertiente este, lo que hacía que fuese menos divertido de conducir que la carretera rumana, que tenía curvas más rápidas. Esto era todo primera y segunda marcha. Naturalmente el Stelvio es un nombre mítico para los moteros Europeos, y tiene algo mágico, pero la fama tiene un precio, que me lleva a la segunda razón por la que prefiero la Transfagarasan. Al contrario que ésta, el Stelvio atrae a mucha gente, lo que no es ningún problema en cuanto a deportivos y motos se refiere, pero también hay mucha gente conduciendo muy lentamente en la carretera, lo que puede arruinar completamente la experiencia si te ves atrapado detrás de uno de ellos demasiado rato. Además, sufre de un mal que afecta a la mayoría de carreteras míticas en Europa occidental: ciclistas. Cientos de ellos, soñando con el mallot azul en el Giro. La Transfagarasan no tiene prácticamente nada de tráfico excepto unos cuantos aficionados al motor, y esa es razón suficiente para estar de acuerdo con los chicos de Top Gear y ponerla por delante del Stelvio.
Lo que no significa que sea la mejor carretera…
Para ser completamente justo, debo confesar que no hicimos la otra cara del Stelvio, así que mis impresiones pueden ser incompletas. Íbamos en dirección a la zona de Davos, así que una vez empezamos a bajar tomamos una carretera más pequeña que bajaba por un valle en dirección al norte, ya en Suiza. Era genial, sin tráfico, con curvas más rápidas, e incluso con un poco de offroad, ya que el asfalto desaparecía a medio camino y se convertía en una pista hasta el final. Las caras de unos moteros que iban de subida en deportivas y de la pareja que nos cruzamos en un Porsche no tenían precio.
Una vez en el valle empezamos a buscar un camping, pero sólo había uno en la zona y no tenía muy buena pinta. Además la noche iba a ser bastante fría a esa altura, así que decidimos ir hasta el primer pueblo e intentar encontrar alojamiento.
El pueblo se llamaba Santa María, y tenía un hotel y un albergue, pero para decepción nuestra el albergue estaba lleno y el hotel era demasiado caro. Estábamos al lado de la moto en el centro del pueblo, cansados y con frío, pensando que no iba a ser nada divertido pasar el resto de la tarde buscando dónde dormir cuando un camión enorme llegó y empezó a intentar pasar por el poco espacio que había entre dos de las casas más antiguas. Los laterales del camión estaban a pocos centímetros de las paredes en ambos lados, y estábamos mirando el espectáculo cuando oí una voz que decía “impresionante, ¿eh?” Me giré y vi una mujer contemplando la escena a nuestro lado. Empezamos a charlar del tema y nos explicó que pasaban camiones así por el centro bastante a menudo. Entonces se fijó en la moto y en el aspecto que teníamos y nos dijo: “¿buscáis dónde dormir?”
Resultó que vivía en una casa antigua justo a la vuelta de la esquina y había acondicionado una habitación en la planta baja para alquilarla a turistas. Nos hizo un buen precio para esa noche, así que metimos la moto en su jardín y pasamos la noche allí. Era mucho, mucho mejor que lo que nos esperábamos al llegar al pueblo. La habitación era grande y muy acogedora, el baño era casi tan grande como la habitación y lo mejor de todo… el suelo estaba calefactado. Era mejor que muchos hoteles en los que he estado.
