Llego a la gasolinera, muy tempranito por la mañana, sólo dos vehículos. Una señora de unos 58 años, muy bien parecida, alta y muy elegante vestida en Mercedes de paquete de 90.000€. Chica joven (muy, pero que muy buena) en monovolumen tipo huevo, feo como un demonio. Y una tercera persona, chica empleada de la gasolinera que está abasteciendo ambos coches a la vez de combustible en sendos surtidores. Yo reposto ahí muy a menudo y sé que es una gasolinera autoservicio, la empleada y yo ya tuvimos una vez unas palabras por un asunto que ahora no viene a cuento. Os voy a contar el diálogo tal y como sucedió.
Paro la moto al lado del Mercedes caro y la empleada, que habla animadamente con la señora elegante, me mira de reojo, a la vez un grifo de otro surtidor está enchufado al monovolumen.
Pata cabra, bajo de la moto, la subo al caballete y empiezo a quitarme los guantes... paro la moto... abro el tapón del depósoto... y me quedo mirando un bicho que estaba estrapayado entre el depósito y el carenado, como soy muy pijo me puse a quitarlo con papel.
En ese impás de tiempo, Mercedes caro y monovolumen feo terminan su repostaje y señora elegante y chica muy buena se dirigen a la tienda de la gasolinera con la empleada, entonces ella, la empleada, me mira y me dice:
-La gasolinera es autoservicio.- Debió de creer que estaba esperando a que me echara gasolina a la moto, nada más lejos de mi intención.
-¿Perdón?
-Que te digo que la gasolinera es autoservicio.- Lo dijo con ese tonillo autosuficiente que se emplea con los duros de mollera cuando no entienden algo y hay que repetirlo ene veces.
Me sentó fatal que me hablara en aquel tono, de modo que yo contesté la inmediata.
-¿Y las señoras?
-Ellas no saben utilizar el surtidor.
-Mire usted, yo tampoco, por favor lléneme la moto de gasolina de 95.
-Ya le he dicho que es autoservicio.- Y entró en la tienda con las dos señoras. Allá que voy yo detrás de las tres de bastante mala hostia ya.
Las señoras terminaron de pagar y antes de que salieran volví a decir:
-Quiero que me llena la moto con gasolina de 95, exactamente como hizo con estas señoras.
-Ya le he dicho que tiene que echársela usted, ellas no saben.- El tono de la dependienta empezó a subir de volumen. Error craso, porque es algo que me enerva los nervios.
Fuerte golpe encima del mostrador , chocolatinas a tomar por el saco. -No me grite, que grito más fuerte y puedo ser muy desagradable, se lo advierto por última vez, lléneme el depósito.
-No.
-Por favor, deme el libro de reclamaciones.- Acerté de pleno porque pasó por todos los colores y entró en una puerta tras ella. Al instante sale el que, al parecer, es el propietario o gerente del establecimiento.
-Señor, ¿qué sucede?- me pregunta en tono conciliador.
-Quiero que esta señora me llene el depósito de la moto.
-Pero dese cuenta, señor, que la gasolinera es autoservicio, los empleados no echan gasolina.
-Pues cuando yo llegué estaba echando combustible en el Mercedes de esta señora y en el monovolumen de esta chica.
En tonces la señora del Mercedes dijo:-Bueno, la verdad es que yo no sé hacerlo, el coche es de mi marido y lo cojo en contadas ocasiones.- La chica del monovolumen dijo que tampoco sabía y yo les expliqué que el problema no era con ellas, sino con la gasolinera, las señoras se fueron.
-Bueno, señor, -dijo el chico,- todo resuelto, ellas no sabían y la empleada ha querido facilitarles la gasolina.
-Perdón, no hay nada resuelto, señor,-contesté- yo tampoco sé utilizar el surtidor, de modo que quiero que me llenen la moto de gasolina, y aligerando que llego tarde a trabajar.
-Bueno, señor, -dijo el chico con claros atisbos de acabársele la paciencia- le hemos explicado mil veces que la gasolinera es autoservicio y no ponemos gasolina a los vehículos.
-Bien,-le contesté- deme, por favor, el libro de reclamaciones.
-No creo que sea necesario.
-¿Cómo?, yo decidiré si es necesario, ¡¡¡y vaya si lo es!!! Quiero el libro de reclamaciones ahora mismo.
-No lo tengo.
-Peor para usted.- Le dije. Saqué el móvil y marqué el 092. Contestó la policía municipal y les dije que estaba en un comercio que no quería darme el libro de reclamaciones. El tipo se puso lívido y cuando iba a explicar dónde me encontraba el tipo hizo señas para que colgara. Dije a la señora con la que hablaba, que no, que parecía que el propietario entraba en razones. Cuelgo.
-Mari, sal y llena la moto de este señor.- La Mari se puso roja de ira y yo una sonrisa de oreja a oreja.
Salimos, llenó la moto y entramos a pagar. Después de pagar le digo.
-Gracias. Ahora, por favor, dame el libro de reclamaciones.- El chico no daba crédito.
-Oiga, ya le llenamos la moto, ¿qué más quiere?
-(Blasfemia gordísima) el pu*o libro de reclamaciones.
Me lo dio y en él los puse a parir y me fui con una sonrisa que estuve toda la mañana como en una nube.
Quizá me pasé, pero que se quieran reír de mi me jode cantidad.
Un saludo.
